viernes, 5 de octubre de 2012

Dichosos 8 - Los perseguidos por causa de la justicia

Mateo 5:10-12

Hola a todos. Con esta reflexión estamos cerrando la serie sobre las bienaventuranzas. En realidad quedaría por hacer un repaso de todo el pasaje entero, una conclusión general, pero ésta es la última de las bienaventuranzas del pasaje.

Pienso que Jesús quería insistir puntualmente en este punto, porque de todas las bendiciones que viene marcando, ésta es la más larga. Me resulta interesante que diga directamente "los perseguidos por causa de la justicia", y "cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias". No dice "si los persiguen", ni "si los insultan", sino "cuando". Jesús está dando por sentado que necesariamente la gente, en algunos momentos, nos va a maltratar por causa de la justicia.

La justicia, habíamos hablado en otra de las reflexiones, es la rectitud. Es hacer las cosas de la manera que Dios quiere que las hagamos. Esto implica necesariamente seguir los pasos de Jesús, caminar en nuestra vida a su lado. Uno podría preguntarse, ¿por qué eso es un problema para la gente?

Bueno, pienso que hay varios motivos, pero tal vez el más importante sea que no estamos acostumbrados a los métodos de Dios para vivir. La manera de vivir que él plantea choca con la inmoralidad con la que todos nos criamos, venimos a este mundo, y que enfrentamos diariamente dentro de nosotros. La sociedad propone un modelo de comportamiento y de pensamiento que se aleja cada vez más del que Dios tiene en mente. Por eso, cuando hacemos las cosas con justicia, es decir, buscando la guía del Espíritu Santo, estamos entrando en el terreno de la contracultura, estamos girando en dirección opuesta a la corriente.

La corriente trata de arrastrar aquello que se mueve en dirección opuesta. Es ahí donde la gente puede chocar con nosotros. Estamos muy acostumbrados a relativizar las cosas, por ejemplo. Creemos que está mal mentir, pero si es necesario para proteger nuestros intereses personales, hacemos la excepción. Si hay que hacer trampa, lo mismo. Si hay que sacar a alguien del medio, lo mismo. Pero Dios nos propone que seamos diferentes. "Cuando ustedes digan 'sí', que sea realmente sí; y cuando digan 'no', que sea no" (Mateo 5:37). Para Dios no hay excepciones. Si mentir está mal, está mal siempre. Por eso, a las personas puede resultarles incómodo a veces que nos esforcemos por actuar con tanta rectitud, especialmente si sienten que perjudica sus propios intereses.

Pero Dios tiene algo especial reservado para nosotros. Otra versión del pasaje dice "Dios bendice a los que son maltratados por practicar la justicia". Nos espera un premio muy grande cuando vivimos aplicando los valores de Dios. A veces pensamos que este premio es sólo en la otra fase de nuestra vida, cuando vayamos con el Señor. Sin embargo, pienso que estamos perdiendo de vista que la voluntad de Dios es que vivamos según sus parámetros. Y cuando hacemos la voluntad de Dios, abrimos las puertas a todas las bendiciones que él tiene preparadas para nosotros en esta vida.

Por eso, es importante entender que ser perseguidos, insultados o maltratados por obedecer las normas de Dios es una consecuencia inevitable y a la vez una buena señal. Significa que la diferencia es evidente. Cuando hacemos esto estamos glorificando a Dios. 1 Pedro 3:14 dice "¡Dichosos si sufren por causa de la justicia! «No teman lo que ellos temen, ni se dejen asustar.» Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes". Dios nos llama a vivir diferente. No a hacer la diferencia, sino a ser la diferencia.

No podemos enfocarnos en agradar a las personas. Si buscamos quedar bien con todos, vamos a encontrarnos con que las exigencias son altas y que muchas veces sus caminos son contrarios a los de Dios. Nuestro foco tiene que estar en honrar a Dios y hacerle caso a él. Donde el mundo nos rechaza, nos recibe Dios. En él podemos encontrar refugio cuando las cosas se ponen difíciles, cuando somos agredidos de alguna manera por ser distintos. El profeta Isaías dice claramente "No teman lo que ellos temen, ni se dejen asustar" (Isaías 8:12). Cuando se nos plantea un punto de quiebre, una situación donde tenemos que optar si responder según parámetros sociales o según el modelo de Dios, él nos desafía a ser valientes y actuar con justicia, sin miedo.

Después de todo, tenemos un defensor todopoderoso en el cielo, que no está lejos, sino cerca, velando y cuidando de nosotros. No nos va a dejar solos cuando esto pase. Dice el pasaje de Isaías "no teman lo que ellos temen". Si esas personas le temerían a la opinión de los demás, nosotros no. Si le temerían a no conseguir lo que se proponen por hacer las cosas bien, nosotros no. No lo miremos desde el punto de vista de ellos, sino desde la mentalidad del Espíritu. Dios es soberano. Las cosas son como él quiere.

Finalmente, dice el pasaje de Mateo que "así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes" (5:12). Nosotros, en este punto, también somos profetas. "Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes", decía Pedro. Tenemos un mensaje, y es un mensaje de transformación, un mensaje que a mucha gente puede parecerle una locura, pero aparte pone en evidencia el costado quebrado y malo del ser humano, porque plantear una restauración implica reconocer que necesitamos ser restaurados, o sea, que algo anda mal. Y nadie se alegra cuando descubren o ponen de manifiesto su costado oscuro. Es uno de los principales motivos por los que los líderes religiosos judíos quisieron crucificar a Jesús.

Sin embargo, Jesús tuvo claro que ésa era su misión, y no estaba dispuesto a renunciar a ella por miedo a los hombres. Los profetas vivieron algo similar. Jesús nos propone caminar en ese mismo camino, y dice "alégrense y llénense de júbilo". ¡Claro! Porque estamos participando del reino de Dios junto con él mismo, y con todos los profetas. Y recordemos que el reino de Dios, el cielo, el paraíso, no es la vida después de la muerte. Es un estado espiritual acá, ahora, en esta vida. Es la felicidad máxima que puede alcanzarse en este mundo.

Y en este punto, creo que se nos plantea una pregunta muy fuerte y desafiante. El reino de los cielos, nada menos que eso, "les pertenece" a los que son perseguidos por obedecer a Dios. Ellos demuestran ser verdaderos hijos del Rey porque no se apartan de su camino ante la presión de las personas. Esa es la gran bendición, la verdadera dicha que viene sobre los que son perseguidos. La pregunta, y me la hago yo mismo, porque éste es uno de los puntos que generalmente más me cuesta, es: ¿estoy dispuesto a ir tras la justicia a toda costa, es decir, cueste lo que cueste? ¿Estoy dispuesto a jugarme todo por el reino de Dios?

Que el Dios de la justicia y de toda bendición los llene de valentía para que puedan permanecer firmes cuando las personas los maltraten por seguirlo a él, y experimenten así la enorme felicidad de ser poseedores del reino de Dios. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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