miércoles, 31 de octubre de 2012

En la lucha 1 - El gran engaño

Génesis 3:1-7; Mateo 7:24-27; Gálatas 5:19-26

Hola a todos. Cuando preparaba la reflexión anterior, la conclusión de la serie sobre la armadura de Dios, sentí una gran necesidad de informarme más acerca de lo que dice la biblia sobre esta pelea que sostenemos contra fuerzas espirituales que viven en el mundo invisible. Se me ocurrió que podía armar una serie sobre eso, y pensé que compartirla puede llegar a convertirse en una bendición para muchos. Espero que así sea, esa es mi oración por esta reflexión y las que siguen.

La verdad es que no planeé esto, pero me alegra que me haya sentado a compartir esta reflexión justo en la fecha en que muchas personas celebran Halloween. No voy a ponerme a explicar mucho sobre esto, porque igual hay muchos videos, blogs y ese tipo de recursos circulando por internet. Simplemente voy a compartir la reflexión que hice para mí sobre este tema de la batalla permanente que enfrentamos, aunque tal vez al final haga alguna aclaración sobre lo que a mi entender es el verdadero problema de Halloween hoy.

A lo largo del relato de la creación del hombre, desde Génesis 1:26 hasta el 2:25, podemos ver que Dios creó al hombre en forma material y espíritual, y con conciencia de lo material y lo espiritual. Podríamos decir que creó su lado "visible" y su lado "invisible", y que al principio podía "ver" ambos. El hecho de que interactuaran con Dios de manera directa nos da la pauta de esto. Probablemente entendían incluso las cosas desde una perspectiva más cercana a la de Dios.

Ahora bien, como vimos en la reflexión anterior, había alguien dando vueltas por la creación que quería arruinarla, torcerla. En el pasaje de esta reflexión aparece como una serpiente, pero como ya dijimos antes, era más que eso: era el diablo, un ser espiritual muy astuto y corrupto. Al hablar del diablo sé que estoy dejando de lado un montón de información que la biblia da sobre él, pero quiero evitar extenderme demasiado.

Para arruinar la creación de Dios, el diablo probablemente consideró que la manera más fácil y rápida era corromper a la corona de la creación, la parte que más había satisfecho a Dios, los señores de la creación visible: los humanos. Era una tarea en verdad arriesgada, pero si funcionaba, era un plan perfecto.

Había un problema con esto. Pareciera como si no hubiera podido convencerlos ni de agredirse entre ellos ni de hacer cosas que fueran en contra de Dios, porque la visión que tenían de las cosas estaba todavía muy clara, la perspectiva demasiado limpia. Antes de corromperlos, necesitaba oscurecer su visión.

Dios le había dado al hombre un sólo mandato para obedecer: que no comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal. Este árbol, entonces, representaba para el ser humano varias cosas. Por un lado, la libertad de elegir, de obedecer a Dios libremente, no por fuerza sino por voluntad propia. No se acercaban al árbol porque creían que efectivamente era algo que no tenían que hacer y por lo tanto algo que no querían hacer.

También significaba para ellos todo un orden de cosas establecido por Dios. Él era la autoridad sobre ellos, y tenía por lo tanto el derecho de determinar qué se podía comer y qué no. Por otro lado, el hombre podía disponer de todos los demás árboles, porque era señor sobre la creación terrenal.

Finalmente, era para ellos la ley, porque no comer de su fruto era hasta entonces el único mandato directo de Dios y porque no cumplirlo les ocasionaría la muerte. Todos los demás aspectos de la ley estaban implícitos y el ser humano los obedecía naturalmente.

Evidentemente, éste árbol era el centro de la vida espiritual del ser humano. Era ahí donde el diablo tenía que atacar. Astutamente, él comprendió esto, y no se hizo esperar. Es interesante que la primera pregunta que le hace a la mujer es precisamente sobre la prohibición de Dios, pero cambiada, torcida: "¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?" (3:1). Para hacerlos desobedecer a Dios tenía que cambiarles la perspectiva sobre él. Trata de presentarles a un Dios que les prohibe todo y no los deja vivir libremente.

Pero la respuesta de la mujer fue clara: no, no es cierto. Sólo nos prohibe comer de un árbol. Entonces, el diablo recurre a un plan B. Si no podía cambiar la perspectiva que tenían sobre Dios, tal vez podía cambiar la que tenían sobre su mandato. "¡No es cierto, no van a morir!" (3:4), dice.

Claro, desde un punto de vista esto era cierto. Antes hablé de dos conciencias: material y espiritual. Cuando Dios le dio al ser humano el mandato de no comer del árbol, y estableció como consecuencia la muerte, se refería muy probablemente a la muerte en el sentido más directo, al menos desde la perspectiva de Dios: si la vida es obra de Dios, y el propósito de la vida es estar en una relación personal con él, no vivir es ser separado de él. Eso es morir. Estar separado de Dios, no poder verlo o percibirlo. A esto se refería seguramente el Señor en un principio.

Sin embargo, desde el punto de vista material e inmediato, la afirmación del diablo era parcialmente cierta. Si comían del fruto del árbol no iban a desaparecer físicamente, no iban a perder su existencia material. Por supuesto, la separación espiritual de Dios eventualmente iba a causar la degeneración del cuerpo. Pero en este punto, el diablo sí tuvo éxito. Eva, y después también Adán, le creyó, y aceptó que por comer un fruto que además era evidentemente muy bueno no iba a morir.

Finalmente, el punto climático de la estrategia del enemigo fue engañarlos sobre la propia condición de ellos. Sembró en ellos una necesidad de ser como Dios, cuando ya habían sido creados lo más cerca posible a la naturaleza divina. No necesitaban ser como el Señor, porque ya lo eran: habían sido creados a su imagen y semejanza.

Un triple engaño entonces: sobre la naturaleza de Dios, sobre la naturaleza de sí mismos, y sobre la perspectiva más importante a la hora de entender la vida. Pero éste último creo que es central, el aspecto principal de la estrategia del diablo, el gran engaño que nos llevó a donde hoy estamos. Prestar más atención a lo visible y material que a lo invisible e inmaterial.  Lucas 11:42 dice: "'¡Ay de ustedes, fariseos!, que dan la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero descuidan la justicia y el amor de Dios. Debían haber practicado esto, sin dejar de hacer aquello'". Jesús está diciendo esto mismo: se ocupan tanto de lo material que descuidan lo inmaterial, que es incluso más importante. De hecho, una señal de que esto fue lo que les pasó a Adán y Eva es el hecho de que hayan considerado cubrirse por causa de su desnudez... ¡como si no hubiesen estado ya desnudos antes! ¿No será que antes lo visible y material parecía menos central?

Evidentemente, el diablo tenía claro que para alejar al hombre de Dios y así frustrar la creación necesitaba controlar sus acciones. No podía hacerlo de manera directa, así que tenía que recurrir al terreno del que las acciones nacen: la mente. A través de sus preguntas confusas y sus medias verdades logró finalmente su objetivo, un cambio de perspectiva, el cambio de mente que llevó a cometer el primer pecado, la primera desobediencia a Dios, de toda la historia de la humanidad. Pero si el cambio de mente lo produjo, el pecado en sí mismo está en el terreno de las acciones.

De eso se trata esta batalla permanente, y por lo tanto esta serie. La lucha por la vida es la lucha por las acciones. No por nada Jesús mismo enfatizó la importancia de poner en práctica sus palabras. Si escucho sus palabras, el diablo va a hacer todo lo posible para que NO las ponga en práctica: miedos, inseguridades, desconfianza, incredulidad, en fin, las tormentas de las que habla la parábola del pasaje. Cuando las pongo en práctica, doy fruto de vida. Cuando no las pongo en práctica, doy fruto de muerte. Fruto de vida es todo aquello que me acerca a Dios o que contagia a otros algo de la naturaleza de Dios. Fruto de muerte es aquello que me separa de la manera de pensar de Dios, o separa a otros de Dios o de su naturaleza. De esto habla el pasaje de Gálatas.

Y ese pasaje termina diciendo: "Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos a otros" (5:25-26). De esto se trata el engaño del diablo, de hacer que nos enfoquemos en lo vano, en lo tangible, y desenfocar nuestra vista de lo invisible e inmaterial, restarle importancia. Pero ésta es la base de la desobediencia. Por eso, lo primordial es que nos enfoquemos ante todo en lo espiritual, cambiar la perspectiva otra vez, empezar a prestar más atención a lo que no se ve, para que podamos empezar a ganar terreno en el campo de batalla que es nuestra mente, y por lo tanto conquistar más acciones de nuestra vida para Dios.

Que el Dios de toda sabiduría les de la perspectiva adecuada en cada momento, para que puedan caminar guiados por el espíritu, aplicando las palabras de Jesús, y así dar fruto de vida. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Querés compartir tus propias reflexiones sobre el tema?