martes, 7 de mayo de 2013

2 Corintios 3 - La carta de Cristo

Hola a todos. Sigo publicando esta serie sobre la segunda carta a los Corintios, que creo que es sumamente desconocida para muchos, y me parece que tiene mensajes muy importantes para todos. La vez pasada hablé sobre la importancia de reprender desde el amor y de ser aroma de Cristo, esparcir su fragancia. El tema de hoy tiene algo que ver, pero llevado a un nivel más alto.

Texto: 2 Corintios 3

Al principio de este capítulo, Pablo hace una pequeña aclaración. Hasta ese momento, parece como si estuviera tratando de justificarse a sí mismo. Sin embargo, dice en esta parte que esa no es su intención, ya que ellos mismos son la prueba de que el ministerio de Pablo es confiable. Dice que no necesita que nadie escriba una carta de recomendación a su favor, sino que ellos mismos son cartas escritas por Cristo y enviadas por él y los que estaban con él.

Esta verdad me parece muy potente. Somos cartas escritas por Cristo. Cartas en las que Jesús mismo va escribiendo lo que quiere comunicarles a las personas que nos rodean. Estas cartas, dice Pablo, no están escritas en tablas, con letra, sino que están escritas en nuestros corazones, con la tinta del Espíritu de Dios.

Esto es muy interesante. Jeremías había anunciado, muchos siglos atrás: "Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel -afirma el SEÑOR-: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo" (Jeremías 31:33). En la carta, Pablo también nos habla del pacto, y distingue entre dos pactos: el antiguo y el nuevo. No es que el pacto haya cambiado de contenido, de hecho, pero si de forma.

El antiguo pacto tiene que ver con Abraham, y en particular con Moisés. En la carta está asociado a la ley, a la letra. Dice Pablo que el antiguo pacto traía condenación. Pero, ¿cómo puede ser esto?

Bueno, la biblia nos dice que la ley vino para que aumentara la transgresión, y para mostrarnos que somos desobedientes. "Ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente, o sea, para que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el pecado" (Romanos 7:13). La ley pone de manifiesto cuán grande es la desobediencia del ser humano, y por lo tanto, lo condena de raíz.

Pero hay que tener cuidado con esto, porque aunque la ley me condena, Dios me perdona. Sin embargo,esto es muy difícil de comprender, y mucho más al ver el antiguo pacto, donde la ley parece tener una centralidad enorme. Naturalmente, tenemos un velo al leer el mensaje de Dios. Tenemos puesto un velo que nos impide entender. Y ese velo solamente se quita en Cristo. Para poder comprender el mensaje de Dios, tengo que acercarme al Señor.

El Señor, además, es el Espíritu. Y es este Espíritu el que está grabado en nuestros corazones desde el momento en que recibimos a Cristo. Esto es lo que nos transforma, y vuelvo a la idea, en cartas de Cristo. Cartas que expresan este pacto, cartas que dicen: "quiero hacer las paces con ustedes. Que ustedes sean mi pueblo y yo sea su Dios". Y esto es nuestro ministerio, nuestro servicio a Dios y a los demás, nuestra misión. No tanto ir por todos lados hablando sobre Jesús, porque "el reino de Dios no es cuestión de palabras sino de poder" (1 Corintios 4:20). Y ese poder está en el Espíritu de Dios.

Ese poder se manifiesta reflejando, como en un espejo, dice Pablo, la gloria de Dios. Las maravillas de su presencia y de su nombre. Lo que Dios es, sus cualidades, su poder, su amor, brillan en nosotros cada vez con más visibilidad, con más potencia, con más intensidad, cuanto más nos acercamos a Cristo. El mensaje se anuncia por sí mismo a través de toda nuestra vida. A veces esto también se manifiesta en forma de palabras, pero las palabras por sí mismas no son nada. Es principalmente mi vida la que tiene que brillar para mostrar la gloria de Dios.

Este es un ministerio poderoso. "Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (3:17). La ley me sometía a condenación, pero el Espíritu me libera de ella. Esto es la gracia de Dios. Esto es el pacto de gracia. Por eso dice Pablo que el ministerio del nuevo pacto es superior al del antiguo, y refleja con mucha más grandeza la gloria de Dios. Porque el antiguo pacto se enfoca en el juicio de Dios, pero el nuevo se enfoca en su inmenso amor por nosotros, que de por sí somos por nosotros mismos culpables. Las dos cosas están presentes en ambos pactos, porque es el mismo Dios. Pero el nuevo pone el énfasis ya no en el pecado del hombre, sino en el amor de Dios que es absolutamente superior a ese pecado. "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20).

El amor de Dios trae libertad, y una libertad muy superior a la que podemos llegar a encontrar en este mundo. Nos abre los ojos para ver a Dios, una capacidad que el ser humano perdió desde la primera vez que desobedeció al Señor. Y al traernos libertad, nos renueva y nos llena de su gloria para que a través de esa carta escrita en nosotros podamos llevar esa misma libertad a otros, a través de la gloria de Cristo que se refleja en nuestras vidas. Esto es el nuevo pacto del que hablaba Jeremías, éste es el ministerio del Espíritu.

Espero que la reflexión haya sido de mucha bendición, tanto como lo fue para mí al hacerla la primera vez. En mi opinión, este es uno de los pasajes más importantes de toda la carta. Seguramente hay mucho más para decir de este capítulo, y si se les ocurre algo para agregar, no duden en comentar. Empieza a ser claro, me parece, que el ministerio del nuevo pacto es algo tan complejo que pareciera que a Pablo le lleva toda la carta explicarlo en detalle. Pero ya voy a volver sobre esta idea más adelante.

Que el Dios de la gracia infinita renueve sus vidas a la luz de su poderoso Espíritu, y que su gloria se refleje más y más en ustedes a medida que son transformados a su imagen por obra de Cristo, y a medida que su carta es escrita en sus corazones. ¡AMEN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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