viernes, 24 de mayo de 2013

2 Corintios 6 - El camino del cristiano

Hola a todos. Seguimos con esta serie sobre la segunda carta a los corintios. Espero que estén pudiendo sacarle el jugo. Recuerden las dos premisas básicas de este blog: la primera es que lo que realmente cuenta es que lean el pasaje o los pasajes citados al principio. La palabra de Dios va a tener algo específico para decirle a cada uno de ustedes personalmente, además de lo que me dijo a mí y que yo comparto en la reflexión. La segunda, no duden en dejar comentarios, preguntas, y esas cosas, para que todos podamos también enriquecernos con lo que Dios le diga a cada uno.

Texto: 2 Corintios 6

La primera parte de este capítulo es de algún modo una continuación con el anterior, que de esa manera nos perminte hacer una vinculación. Había hablado la vez pasada del ministerio del nuevo pacto, diciendo que es la gloria de Dios lo que llevamos dentro y manifestamos continuamente. Pablo dice en este pasaje que también es su gracia lo que llevamos, y esto tiene que ver en algún punto con el capítulo 1 y el 2. La gracia es nada menos que el regalo de Dios: la salvación y renovación de nuestras vidas. Su gracia se anuncia como parte de la gloria del ministerio del Espíritu. Es una parte crucial.

Y me encanta lo que dice el final del versículo 2: "Les digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!". Sobre esto quiero decir dos cosas. Primero, si alguno de ustedes está en este momento empezando a acercarse a Dios, y tal vez se siente inseguro, no sabe si es cierto, si es conveniente, y demás, o si alguno no está seguro de haber recibido esa gracia de Dios, este versículo es la respuesta: ¡éste es el día! Hoy es el tiempo de recibir esa gracia, que sólo se recibe de una manera: por medio de la fe. Confiando en que es cierto y actuando en consecuencia. La forma más directa de decidir que quiero seguir a Cristo, es hablarle y decírselo: "Dios, quiero esto, quiero vivir en tu gracia, quiero caminar con vos". Y la segunda cosa tiene que ver con esto: si ya tengo una actitud de seguirlo, si ya tengo una relación con él, es decir, si creo en que la vida está en Cristo, entonces no hay motivo para dudar. Su gracia ya me pertenece. No voy a ser salvado, sino que ya fui salvado. Vuelvo sobre esta idea: "hoy es el día de salvación".

En la reflexión sobre el capítulo 2 había dicho que no necesitamos recomendarnos a nosotros mismos, porque es Dios mismo el que testifica a nuestro favor. En este capítulo 6 parecería que hay una idea contradictoria, porque dice que "a nadie damos motivo alguno de tropiezo, para que no se desacredite nuestro servicio" (6:3). Ahora bien, hay una diferencia entre que me recomiende a mí mismo y que no se desacredite mi servicio. Lo que Pablo nos está recordando acá es algo que hablamos para el capítulo 2 también: la base de todo es el amor. Si yo trato a alguien con dureza, o soy incoherente con mi propio mensaje de amor, de respeto, de perdón, estoy provocando el tropiezo de otros, que van a decir "buen, esto es todo apariencia", y se van a apartar de Dios. Desacreditar tiene que ver con descreer. Mi servicio se desacredita cuando causo que mi mensaje sea poco creíble, justamente por incoherente con mis actos. Predicar es vivir, como dije en la publicación pasada.

Pero, ¿vivir cómo? Bueno, Pablo es bastante claro. Acreditarnos como servidores de Dios, caminar como cristianos, tiene que ver con un elemento fundamental: entrega. Lo que tiene que caracterizarnos como cristianos, como servidores, es nuestra entrega. Es lo que le da veracidad a nuestro mensaje, lo que pone de manifiesto la gracia y la gloria de Dios. Cuando digo entrega digo, digamos, jugarnos todo por el bienestar de otros y por el mensaje práctico que predicamos.

O sea, para ponerlo en otras palabras. Predicar es vivir el mensaje que queremos mostrar: gracia, amor, paz, perdón, y todas esas cosas que venimos viendo. Pero vivir eso es llevarlo a la práctica sin pensar en las consecuencias. Consecuencias de todo tipo. Pablo enumera un montón, y creo que más de uno se habrá sentido identificado con más de una situación que él menciona. Pero si las enumera es precisamente para proponernos una entrega absoluta, sin importar las presiones, dificultades, problemas, trabas, heridas, temores, amenazas o persecuciones.

De hecho, en otra parte Pablo dice que en todas estas cosas no tenemos nada de qué preocuparnos, ¡porque por medio de Cristo podemos superarlas a todas! "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: 'por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!'. Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó" (Romanos 8:35-37).

Y como parte de esta misma entrega, tenemos que abrir nuestro corazón de par en par. Dejar que las demás personas entren en nosotros, en nuestras vidas, en nuestras conciencias. Compartirles nuestras vidas. Esto es parte de nuestro mensaje, pero además de nuestro camino. Pablo lo expresa así: "les hemos hablado con franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón" (6:11). Y después desafía a los corintios, y por lo tanto a nosotros, diciendo "¡abran también su corazón de par en par!" (6:13). Como cristianos, como servidores de Dios, no conviene que le neguemos a nadie el afecto, ni siquiera a los que nos ofenden, ni siquiera a los que nos lastiman. Esto es una entrega absoluta. Por supuesto, esto no significa que nos dejemos lastimar. Pero antes de negarle afecto a alguien, es mejor apartarse, si es cuestión sólo de preservarse a uno mismo. Pero estar siempre dispuestos a dar nuevas oportunidades y a abrir nuestros corazones es fundamental. Alguien una vez me propuso que abriera mi corazón no al 100%, sino al 110%. Es una irregularidad matemática interesante, pero es perfectamente posible. Nosotros apuntamos al 100%, pero Dios saca de nosotros un poco de entrega extra. Ésto es la entrega absoluta: hasta donde podamos abrirnos y entregarnos, y un poco más. 110%.

Algo que también es muy importante es que no tratemos de dar apariencia de tener una vida perfecta, donde todo está en orden, o donde somos personas excelentes y que hacen siempre lo bueno, porque ambas cosas son engañosas. La vida no es perfecta, nunca. Nos puede ir muy bien, y podemos estar muy bien, pero eso no es porque la vida sea perfecta. En todo caso aprendimos a vivir con lo que nos toca, pero es importante que eso quede claro a los demás. Porque todo el mundo sabe que la vida no es perfecta, y eso también desacredita nuestro mensaje. Pablo decía "hablar con franqueza". Abrir mi corazón es estar dispuesto a reconocer que mi vida es una vida como cualquiera, con sus problemas y sus conflictos. Y también que mi manera de vivir no es perfecta, sino que está salpicada de errores, algunos más leves, otros más graves. Recordemos lo que decía el capítulo 4: el tesoro que llevamos, la gloria de Dios que se manifiesta en nosotros, lo tenemos en basijas de barro, o sea, en recipientes frágiles. Cuanto más dejemos en claro esto hacia afuera, más se va a manifestar la gloria de Dios.

Y esto implica perseverar y entregarnos en amor y en sinceridad todo el tiempo, en cada momento, en cada oportunidad que tengamos. No importa qué sea lo establecido socialmente para una determinada situación, nosotros tenemos que regirnos por esta regla de oro: 110% de entrega. Tenemos que mantenernos firmes y no retroceder ante las opiniones de los que no comparten nuestro punto de vista, o nuestra fe. Para alguien que no conoce a Dios, este nivel de entrega puede parecer una locura, o un desperdicio, o una tontería. Sin embargo, la biblia es muy clara: "El mesnaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios" (1 Corintios 1:18). No es que el Pablo quiera alimentar nuestro orgullo por ser cristianos frente a los que no lo son. Lo que está diciendo es que los que no conocen a Cristo piensan de otra manera, y hay ciertas cosas que tal vez se les escapan a la vista. Por medio de la fe en Cristo, Dios nos abre los ojos para que veamos que lo que antes parecía locura, ahora tiene muchísimo sentido.

Entonces, es fundamental que como cristianos conservemos nuestra cosmovisión, nuestra manera de entender el mundo, la manera que Dios mismo nos propone en su palabra. Por supuesto, esto no significa cerrar la mente y desoír cualquier opinión, porque cualquier persona que nos corrija algo puede tener razón, cristiano o no, y puede enriquecer muchísimo nuestras vidas. Pero hay cosas que son básicas, fundamentales e innegociables, y la entrega absoluta es una de ellas. Y si realmente estoy siguiendo a Cristo, esta diferencia de cosmovisión con los no cristianos es inevitable y es la primera señal de que estoy dejando que Dios renueve mi mente. Si ciertas prácticas o formas de pensar ya no las puedo entender, ya no me parecen tan naturales, entonces hubo un cambio en mi manera de ver el mundo. La sociedad, "el mundo", como la biblia llama a toda la comunidad de los que no creen en Cristo, pasivamente (o sea, sin necesariamente proponérselo de forma activa), va a intentar amoldarnos, asimilarnos a sus pautas.

Pero nosotros tenemos que conservar nuestra forma de comprender el mundo. Podemos sí comparar nuestro pensamiento con lo que se nos ofrece, y juzgarlo a la luz de la palabra de Dios, y entonces ver si tal vez algún elemento que se nos propone puede sumar a la obra de restauración y de entrega que nos propone Dios. Pero no dejar que formas de pensar que se contradicen con el mensaje de Dios manchen nuestra mirada, no afecte nuestra manera de vivir.

Alguno dirá "bueno, pero ¿no dijiste que teníamos que abrir el corazón, no hablaste de una entrega absoluta?". Sí. Definitivamente. Eso implica involucrárnos con los demá, crean o no crean en Cristo. Pero involucrarnos no significa mezclarnos o fundirnos. Recordemos lo que Jesús mismo dijo "si fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo" (Juan 15:19). ¿Estamos en el mundo? Sí, y tenemos que entreganos al 110%, dejar todo para servir al mundo y volverlo un lugar mejor, una comunidad más agradable para todos. ¿Pertenecemos al mundo? No, y no podemos dejar que la forma de pensar, las filosofías, ciencias, y normas sociales del mundo moldeen nuestra forma de comprender la vida. "Nosotros somos templo del Dios viviente" (6:16), dice Pablo.

Bueno, eso es todo. Espero que esta reflexión haya sido de bendición para todos ustedes. Para resumir la idea principal, el camino del cristiano se trata de una entrega absoluta, de una apertura extrema del corazón, en sinceridad y afecto, y de una cosmovisión firme en permanente renovación por medio de Cristo y de la palabra de Dios, pero siempre teniendo en cuenta el mensaje de Dios para nuestras vidas, su misericordia, su gracia y su amor.

Que el Dios viviente llene las vidas de cada uno de nosotros con su infinito amor y su gracia poderosa, para que podamos vivir su mensaje en cada fibra de nuestro ser, siempre sirviéndolo a él y a los demás con una entrega absoluta, al 110%. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

1 comentario:

  1. Dios le bendiga hno excelente mensage y que Dios nos allude a abrir las puertas de nuestro corazón de par en par hacia la gente cualquiera que sea su necesidad

    ResponderEliminar

¿Querés compartir tus propias reflexiones sobre el tema?