sábado, 1 de junio de 2013

2 Corintios 8 - Compartir

Hola a todos. Seguimos avanzando en esta reflexión sobre la segunda carta a los corintios, que espero que estén disfrutando y que esté siendo de bendición para ustedes. Insisto, como vengo haciendo desde que empecé con esta serie de publicaciones, en que lo más importante de toda esta reflexión es el pasaje citado al principio, porque la palabra de Dios es la que realmente tiene el mensaje. Y también insisto en que si sienten que Dios les dice a través de ese pasaje, o de esta reflexión, algo extra, no duden en comentar. Lo mismo si quieren hacer una pregunta.

Texto: 2 Corintios 8

Retomando un poco la reflexión anterior, una de los elementos más importantes que Pablo quiere destacar es la vida de la comunidad, y sobre todo, el interés de cada miembro por el otro. En este capítulo, expande esta idea. Ya no tiene que ver solamente con valorar a la comunidad, con darle mi confianza, con tenerla en consideración, sino que una de las claves de toda la vida en comunidad parecería ser compartir.

Pero, ¿de qué manera lo propone Pablo? Me parece muy interesante, y quiero extenderme un poco sobre esto, que ante todo se enfoca en "cómo" y "para qué", y no tanto en "qué" o "cuánto". De hecho parecería que estas dos cosas casi no tienen importancia para Pablo, porque prácticamente las pasa por alto. Pero a la hora de establecer de qué manera conviene enfocar el asunto de compartir, y con qué objetivo, es un poco más específico.

Es interesante que diga que Jesús era rico. Sabemos que desde el punto de vista humano, esto no era así, porque tanto él como su padre eran carpinteros. Evidentemente está hablando de otra riqueza. Y me parece que podemos relacionarla con la reflexión del capítulo 4: esta riqueza de la que habla el texto no es otra que la gloria de Dios, que llevamos de un lado a otro como un tesoro reluciente guardado en frágiles vasijas de barro, medio desgastadas y marcadas. En esa publicación había planteado que éste es un tipo especial de tesoro, que en vez de ir gastándose, cuando lo comparto crece más. Jesús se hizo "pobre" con respecto a este tesoro. ¿Cómo? Compartiéndolo más allá del tesoro mismo. Es como que compartió no sólo el tesoro, sino hasta la vasija, ¡se despojó de todo! ¿Para qué? Bueno, para que nosotros pudiéramos ser ricos en cuando a este tesoro. Para que en nosotros abundara enormemente esa gloria de Dios.

Lo que el texto nos propone acá creo que es algo similar. El verdadero sentido de haber ganado este enorme tesoro a través de la profunda entrega de Cristo, es precisamente que ahora, por medio nuestro, otros puedan enriquecerse y llenarse de su gloria. El propósito de ganar cualquier cosa o en una determinada situación es primeramente que otros puedan ganar también. Una canción dice "¿de qué sirve ganar, si no ganan conmigo los que vienen detrás?". Creo que ésta es la clave.

Respecto de qué, entonces, esto es lo que compartimos: el tesoro que llevamos dentro. La gloria de Dios, manifestada en nuestras capacidades, dones, posesiones que Dios nos provee, y aspectos de nuestra forma de ser que provocan efectos positivos en nosotros mismos, en las personas que nos rodean, en el ambiente en el que estamos. En definitiva, podemos pensarlo por el lado del fruto del Espíritu Santo, lo que genera en nuestra vida: "amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio" (Gálatas 5:22-23). El Espíritu despierta esto en nosotros, pero en realidad estos elementos no tienen ninguna utilidad si no los comparto con los demás.

No se me pide, entonces, que dé algo que no tengo. Por el contrario, se trata de que todo, absolutamente todo lo que tengo, sea material o espiritual, o ambos, lo ponga a disposición de todos. Y no solamente de algunas personas, de las más cercanas, de aquellas con las que tengo mucha confianza, no, de todos. Siguiendo, en definitiva, el ejemplo de Cristo. Por supuesto que este "todos" incluye mi comunidad de fe, y no sólo la incluye, sino que en ese caso debería ser más espontáneo, incluso.

Y este es el otro aspecto que Pablo desarrolla en profundidad: de qué manera o desde qué perspectiva debería llevar a cabo esto. Justamente, lo que cuenta es la actitud con la que lo hago. Varias veces a lo largo del capítulo se destaca la buena voluntad de los corintios al compartir, la predisposición que tienen, la iniciativa. No importa tanto que comparta una gran cantidad, sino que sea solícito, que siempre esté dispuesto a compartir lo que sea que otro necesite, siempre y cuando lo tenga. "Porque si uno lo hace de buena voluntad, lo que se da es bien recibido según lo que tiene, y no según lo que no tiene" (8:12).

Y no quiero dejar pasar esta última idea: siempre y cuando lo tenga. A veces creemos que decir que no ante la necesidad de otro es un fallo en compartir. Sin embargo, si nuestra actitud, nuestra predisposición, es a compartir siempre, podríamos suponer que si en algún momento digo que no es porque en verdad no tengo lo que esa persona necesita de mí, o no lo tengo en un grado en que pueda ofrecerlo. Si es dinero, porque tal vez no estoy a mis anchas. Si es un rasgo de mi personalidad, a lo mejor porque estoy atravesando un momento difícil y no estoy siendo yo mismo en estos días. Quiero decir esto: a veces nos sobreexigimos, y tenemos que ser también pacientes con nosotros mismos, no presionarnos de más en lo que respecta a compartir, porque a veces, si decimos que no, es simplemente porque no estamos en condiciones. Sobre esto voy a extenderme un poco más en la próxima publicación.

Por ahora, lo que quiero resaltar es esto: lo más importante es que al compartir, básicamente comparta todo lo que soy y lo que tengo, y que lo haga con el objetivo de que todos puedan disfrutar de todo a cada momento. "Es más bien una cuestión de igualdad" (8:13), dice Pablo. Igualdad en cuanto a las cosas de las que tenemos oportunidad de participar en nuestras vidas, en cuanto a las bendiciones que disfrutamos según lo que Dios mismo nos va dando o haciendo en nosotros.

Espero que esta reflexión les haya dejado algún contenido significativo. Recuerden que esto es especialmente válido para la vida comunitaria, es decir, por ejemplo, en la iglesia, pero puede aplicarse a cualquier tipo de comunidad, y plantearse como un buen valor moral para compartir, siquiera desde el ejemplo, en nuestro grupo de amigos, compañeros, o incluso en nuestra sociedad.

Que el Dios que entregó a su Hijo, en toda su riqueza, para que nosotros fuéramos ricos en su gloria, nos impulse a brindar todo lo que esa gloria genera en nosotros, para que haya, en su nombre y en su poder, igualdad. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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