miércoles, 5 de junio de 2013

2 Corintios 9 - Generosidad

Hola a todos. Nos vamos acercando al final de esta serie de publicaciones. No sé si van encontrando en estas últimas publicaciones el hilo conductor que les había dicho, la parte de "puesta en escena" de todo lo que había resumido en la recapitulación. Es como el aspecto práctico de toda la teoría del principio. De todas formas voy a hacer otra síntesis al final de esta parte, y probablemente después una síntesis general de todas las publicaciones de esta serie. Una vez más, lo vengo haciendo siempre pero voy a insistir, les recuerdo: lo más importante de esta publicación es el texto bíblico. No dejen de leerlo con detenimiento, porque Dios les va a hablar a ustedes por fuera de la reflexión, y eso es muy importante. Y comenten cualquier cosa extra que les surja, así todos podemos enriquecernos, como nos alentaba Pablo en el capítulo 8, y también pregunten si hay algo que no les quedó claro, o lo que sea.

Texto: 2 Corintios 9

El tema de esta reflexión es un tema que me parece muy complejo, y que muchas veces se malinterpreta un poco. Hay como una opinión difundida de que ser generoso es dar mucho, o que es prestar nuestras cosas, no negarle ayuda a nadie, en fin, diferentes acciones concretas. Pero como con casi todas las cosas del reino de Dios, me parece que la generosidad va más allá, más adentro, más profundo. Leyendo este pasaje, de hecho, empiezo a sentir que es más bien una actitud interior que acciones específicas. Tiene más que ver con el sentido con el que hacemos las cosas que con qué cosas hacemos.

Me llama la atención, por ejemplo, cómo empieza el capítulo. Habla de la disposición de los corintios, y de que "estaban preparados para dar" (9:2). Habla de un entusiasmo que ellos tenían al pensar en la colecta que iban a hacer. Para explicar brevemente, se está hablando acá de una ayuda que estaban juntando para la iglesia de Jerusalén, que estaba pasando por un momento de gran necesidad. Se menciona por ejemplo en Romanos 15:25-26. De hecho es interesante que ahí, Pablo les cuenta a los romanos que "lo hicieron de buena voluntad, aunque en realidad era su obligación hacerlo" (Romanos 15:27). Por lo que dice en 2 Corintios, los creyentes ahí estaban con muchas ganas, con entusiasmo por ayudar a esta gente, estaban como emocionados de poder hacerlo.

Y me parece que ahí está la clave. Lo que los corintios estaban entendiendo, y me parece que este es el punto de la generosidad verdadera, era que lo más importante no era que ellos estuviesen bien, y cómodos, sino que estuvieran bien los demás. Lo más importante no es que esté bien yo, sino que estén bien los demás. Ese es, me parece, el punto central. Tiene que ver con el capítulo 8, cuando veíamos que lo que importa de ganar es que así pueden ganar otros. Y de hecho, ese es el otro punto. Sembrar, por usar la figura que usa Pablo, no es un medio para un fin, no es un paso para lograr un objetivo, sino todo lo contrario: sembrar es, en sí mismo, el objetivo.

¿Cuáles son los medios, los pasos a dar para ese objetivo? Bueno, no mucho. Simplemente recibir. Dios llena de bendiciones a todos nosotros. Recibimos innumerables cosas en nuestra vida, desde posesiones materiales hasta capacidades, virtudes, dones. Algunos reciben mayor proporción de una cosa, algunos de otra. Pero todos recibimos. Lo importante es entender que con Dios no funciona como "premio". No es que recibimos porque dimos. No funciona la regla de "dar para recibir", sino justamente la regla inversa: recibir para poder dar.

Y cuando digo recibir no me refiero a que recibimos sólo aquello que podemos dar. Dios cubre todas nuestras carencias para que en lo que demos, podamos estar tranquilos. "El que le suple la semilla al que siembra también le suplirá pan para que coma, aumentará los cultivos y hará que ustedes produzcan una abundante cosecha de justicia" (9:10). Porque así no nos tenemos que preocupar de nada más: sólo de dar. Del resto de las cosas se ocupa el Señor.

Ahora, ¿eso significa que siempre tengo que dar, sin prestar atención a mis posibilidades? Bueno, yo creo que no. "Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría" (9:7). Agrego un comentario que aparece en Romanos: "Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado" (Romanos 12:3). No tengo que imaginar que puedo dar más de lo que verdaderamente puedo dar. Tengo que comprender hasta dónde me dio Dios, porque esta es la medida en la que puedo dar. Si me dio mucho de algo, tengo que dar mucho. Si me dio poco, tengo que dar poco. Lo importante es entender: Dios me da a mí para que yo dé. Y me da según lo que quiere que dé. Si me dio poco dinero, no necesito dar todo mi dinero, aunque hacerlo no está mal si confío en que el Señor me sostiene. Lo que realmente cuenta es con qué motivación lo hago, porque de eso depende si es una siembra agradable a Dios. "Yo sé, mi Dios, que tú pruebas los corazones y amas la rectitud. Por eso, con rectitud de corazón te he ofrecido voluntariamente todas estas cosas" (1 Crónicas 29:17).

Y de la misma manera, entender que recibimos para que podamos dar, revela dos grandes verdades: primero, que sembrar, dar, no es un aspecto más de la vida cristiana. Es el propósito de nuestro paso por este mundo. Sí: para eso existimos, para sembrar. Se ve claramente en el hecho de que siempre, queramos o no, estamos dando algo. A veces damos fruto bueno, a veces fruto malo, o espinas, bendición o maldición, pero siempre causamos efecto en otras personas. Lo que cambia es qué sembramos, y de dónde viene. Lo segundo es que todo, absolutamente todo, le pertenece al Señor. Lo que sembramos, lo que damos, viene de él y le pertenece. "Señor y Dios nuestro, de ti procede todo cuanto hemos conseguido para construir un templo a tu santo nombre. ¡Todo es tuyo!" (1 Crónicas 29:16). Cuando damos, cuando sembramos, simplemente le estamos devolviendo lo que recibimos, para que eso que él nos dio, circule. Es el tesoro del que venimos hablando: la gracia de Dios, la gloria de su nombre. Es el "don inefable" del que habla Pablo (9:15). "Inefable" quiere decir "indescriptible", o algo que no puede ser explicado con palabras. Precisamente, es esa clase de regalo inexplicable que Dios nos regaló en Cristo, que es lo que marca la diferencia entre los que vivimos en Cristo y los que no. No es que seamos mejores personas, sino que hemos recibido tanto que tenemos una fuente inagotable de bendiciones para sembrar.

Entonces, la generosidad es estar preparado para compartir lo que sea con quien sea, estar siempre listos y predispuestos para sembrar abundantemente. El resultado de esto es que vamos a cosechar mucho más de lo que sembramos. ¿Para qué? Para seguir sembrando. Para que cada vez las bendiciones que circulan sean más y más. ¿Qué sentido tiene esto? Que cada vez más personas van a dar gloria a Dios por esto, van a agradecer al Señor por recibir mucho más de lo que se espera. Eso es gracia. Y dice el texto, "la sobreabundante gracia que ustedes han recibido de Dios" (9:14). Esa es la importancia de dar. Que la gente reconozca y alabe a Dios por esa solidaridad y generosidad. Por la siembra. Pidámosle, entonces, a Dios, que derrame una lluvia de bendiciones sobre nosotros, no para que estemos bien, sino para que podamos sembrar generosamente, y eso "resulte en acciones de gracias a Dios" (9:11).

Que el Dios de la cosecha nos de una abundante provisión, no para que estemos bien, sino para que seamos valientes al sembrar, entendiendo que es nuestro propósito, y por lo tanto, lo que más puede llenarnos de felicidad. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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