lunes, 19 de agosto de 2013

La nueva vida 1 - Dos vidas paralelas

Hola a todos. Me demoré un poco, pero acá estoy de nuevo para seguir publicando esta serie de reflexiones sobre la vida cristiana, es decir, la nueva vida que encontramos en Cristo. Por supuesto que siempre van a quedar muchísimas cosas para agregar a lo que yo diga, y además lo que yo escribo acá son reflexiones mías basadas en la palabra de Dios, o sea que no es ninguna verdad revelada este blog. Por esos dos motivos me parece importante que, si sienten que Dios también les dijo algo a ustedes, o si hay algo que no les queda claro, que no entienden o con lo cual no están del todo de acuerdo, lo comenten. Fuera de eso, no olviden orar antes de leer esto, para que sea Dios el que les hable y no sólo yo.

En la publicación anterior dije que había tres cosas que eran la base, el requisito para poder aprovechar estas reflexiones, y cualquier intento de entender y profundizar (o tal vez para algunos empezar a vivir) esta nueva vida que Dios nos propone. Creer en que la biblia es la palabra de Dios, y conocerla; creer en que Jesús es el Hijo de Dios, o al menos tener presente la posibilidad, y hablar con él en la intimidad, es decir, por cuenta propia; y estar dispuestos a dejar de lado el sentido común que nos ofrece la sociedad, arriesgándonos a descubrir cosas que, si aceptamos que son ciertas, puedan hacer que parezcamos un poco locos. Dios hace todo el resto.

"Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan, vivirán" (Juan 5:24-25).

"¿Por qué quebrantan ustedes el mandamiento de Dios a causa de la tradición? Dios dijo: 'Honra a tu padre y a tu madre', y también: 'El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte'. Ustedes, en cambio, enseñan que un hijo puede decir a su padre o a su madre: 'Cualquier ayuda que pudiera darte ya se la he dedicado como ofrenda a Dios'. En ese caso, el tal hijo no tiene que honrar a su padre. Así por causa de la tradición anulan ustedes la palabra de Dios. ¡Hipócritas! Tenía razón Isaías cuando profetizó de ustedes: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí" (Mateo 15:3-8).

Más de una vez escuché en boca de otras personas la frase "hay una sola vida, y hay que vivirla". Generalmente se la usa para justificarse al hacer alguna cosa que no está bien vista pero proporciona diversión, placer, o algo así. Tal vez muchos piensen "no estoy muy de acuerdo con esa filosofía", tal vez otros digan "sí, tal cual, la vida hay que vivirla y disfrutarla porque es una sola". Yo quiero agregar algo a esta frase, una idea que me cambió totalmente la perspectiva.

A algunos podría parecerle difícil conciliar esa afirmación con la perspectiva cristiana. A mí me pasaba, de hecho. ¿Una sola vida? ¿Dónde está la trascendencia? ¿Y la vida después de la muerte? ¿Y cómo es eso de que "hay que vivirla"? ¿Es así, tan simple? Bueno, decirlo es así de fácil, pero pienso que aplicarlo puede complicarse un poco más.

Creo que el principal problema de esta afirmación es hacerla encajar con los parámetros de lo que creemos que es una vida cristiana, una vida que agrade a Dios. Porque miramos alrededor y todos llevan una vida medianamente normal: amigos, familia, estudios, salidas, fiestas, actividades de todo tipo. Pero cuando empezamos a querer mezclar la iglesia en esta vida, o nuestras creencias, por algún lado nos empieza a hacer agua.

En realidad, pienso que hay tres maneras de hacerlo, y voy a tratar de explicarlas resumidamente. A la primera forma la llamo "cumplir y vivir", y creo que es la que más automáticamente nos sale, y por lo tanto la más común. Ésta fue mi actitud durante mis primeros años de contacto con Dios o con la iglesia. Se trata precisamente de eso: voy cada semana a la iglesia, o al menos a mi grupo de jóvenes.

Es más, no hace falta que vaya todas las semanas, alcanza con que aparezca al menos de vez en cuando, para alguna actividad especial. Navidad, Semana Santa, Pentecostés, bautismos, casamientos, comuniones, confirmaciones; siempre hay algún motivo especial por el que puedo ir y ya la gente me tiene de vista. En realidad, a los chicos de mi grupo incluso los puedo ver aparte, y ya no hace falta ni que sacrifique un sábado. En cualquier caso no afecta para nada mi vida, no influye. Tal vez ni esté en mi agenda. Es una distracción, digamos. Cumplo, ya sea más o menos seguido, para que esté todo bien con mi familia, o con los chicos de mi grupo, o con la gente de la iglesia, o porque disfruto de ese momento social, pero fuera de eso, mi vida sigue como siempre.

La segunda manera es un tanto más arriesgada. Prácticamente es como tener dos vidas que se superponen. Una en la iglesia y otra afuera. Voy a la iglesia siempre, y me comprometo bastante. Me anoto en todos los proyectos sociales, en todas las salidas que puedo, retiros, campamentos, cursos y estudios bíblicos. A veces porque en verdad me interesa y otras veces es como "cumplir" pero llevado al extremo.

Pero por otro lado, sigue sin cambiar mi vida, sin influir. Es como que son dos cosas diferentes: una cosa es la iglesia, sus pautas, sus normas, y otra cosa es la vida cotidiana. No tienen que mezclarse, ni hay que sacar las cosas de su ámbito. Cada cosa en su lugar. A veces voy a la iglesia o hago todas esas cosas simplemente porque me hace bien, pero en definitiva no estoy seguro de querer agregar esas cosas a mi propia vida, a la "vida real", digamos.

El principal riesgo de esto es que al no practicar fuera de la iglesia todo lo que aprendo, cada vez se hace más abstracto, más teórico todo, y puedo terminar cayendo en el legalismo: pensar que lo importante es hacer todo bien al pie de la letra, lo cual me obliga a mantener siempre la imagen de recto, perfecto y bueno para no sentirme mal conmigo mismo o con los demás. Incluso me puede llevar a menospreciar a los que no viven según los valores cristianos, tal vez sin darme cuenta de que en la práctica yo tampoco lo hago, al menos no fuera de la iglesia.

Creo que contra esta segunda manera es que habla Jesús en el pasaje de Mateo. Les está respondiendo a los escribas y fariseos que le preguntaron: "¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos? ¡Comen sin cumplir primero el rito de lavarse las manos!" (Mateo 15:2). No es que no se limpiaran las manos, sino que había toda una forma, dictada por la costumbre, de lavarse para que las manos estuvieran puras de verdad. Supuestamente era parte de lo que Dios mandaba. Pero lo que Jesús les dice que con su apariencia de piedad, imponían a la gente reglas humanas que Dios nunca había establecido.

Es como cuando se nos condiciona por la forma en que tenemos que vestir, por cómo tenemos que hablar o por qué se puede hacer dentro de la iglesia y qué no, o qué música podemos y no podemos escuchar. "¡Hipócritas!", nos dice Jesús. Como si sólo en la iglesia Dios me viera hacer las cosas. "No se puede fumar en la iglesia", nos podrían decir, "ni siquiera en el patio". ¿Cómo? ¿Lo que importa es que no lo haga adentro de la iglesia, aunque lo haga afuera? "No se dicen malas palabras en la iglesia". ¿Ah, pero afuera sí? ¿Sólo el lugar donde la iglesia se reúne es "santo"?

Jesús nos propone una tercera forma de vivir. Yo la llamaría "la iglesia soy yo". ¿La gente dice que la vida es una sola? Estoy de acuerdo, totalmente de acuerdo. Jesús dijo "yo soy el camino, la verdad, y la vida" (Juan 14:6). En otro pasaje la biblia nos dice que "el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida" (1 Juan 5:12). Y el pasaje de Juan con el que empecé esta reflexión es bastante potente en este sentido: dice que "los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan, vivirán" (Juan 5:25). No dice que los que están vivos van a oir la voz de Dios para tener una nueva vida, ni que si escuchamos la voz del Hijo de Dios mientras estamos vivos, al morir vamos a tener vida eterna. El que no tiene al Hijo, no tiene la vida. Eterna o no eterna. La vida es una sola: Jesús. Fuera de él no existe la vida.

Insisto: la vida es una sola: Jesús. Lo que va por fuera de él, no es vida. ¿Caminamos? Sí. ¿Hacemos cosas? Sí. ¿Nos pasan cosas? Sí. Pero somos como muertos en vida. La vida es estar con Dios, por definición. La vida es andar el camino que Dios nos propone. Eso es vivir. La muerte es estar separado de Dios, y eso ocurre en esta vida, cuando no le doy importancia a Dios, cuando no me interesa lo que tenga para mí, cuando lo ignoro totalmente y descreo que pueda siquiera existir. Eso es muerte. Y la vida es Jesús. Dios es la vida. Por eso, la iglesia soy yo. Si vivo, vivo con Dios. Y si vivo con él, a todos lados donde voy lo llevo. Llevo sus normas, sus pautas, su manera de vivir. Si algo es verdadero para el ámbito de la iglesia, también necesariamente es válido para mi vida "fuera de la iglesia", que en realidad no existe porque yo soy la iglesia. En cualquier parte donde estoy, la iglesia está, y por lo tanto todo, absolutamente todo en mi vida, ocurre dentro del marco de la iglesia.

Por eso, la cosa no es ser perfecto, intachable, ser el más bueno de todos. No es que somos mejores porque somos cristianos. Es que somos cristianos todo el tiempo, en cualquier parte. Es el compromiso con Jesús lo que marca la diferencia. Las mismas cosas que me parecen inapropiadas para la iglesia me tienen que parecer inapropiadas para el resto de los ámbitos de mi vida. De eso se trata la vida nueva en Cristo, la que Dios nos ofrece. Tiene que ver con un cambio de perspectiva. Más que una vida nueva, deberíamos decir que es una vida verdadera, porque lo otro, desde el punto de vista de Dios, es muerte. Sólo se puede lograr esto buscando a Jesús de manera permanente, teniendo una relación con Dios a través de él. ¿Hay dudas sobre cómo es, sobre cómo hacer tal o cuál cosa, sobre por qué esto o para qué lo otro? Sí, por supuesto. Pero lo que realmente importa, lo más inmediato, es conocer a Jesús, y reconocerlo como Hijo de Dios. Lo demás viene después.

Hay una sola vida, y hay que vivirla. Es lo mejor que podemos hacer. La vida es una, y está en Jesús, y la mejor opción es apostar todo por esa vida. Porque lo demás es muerte: o sea, es gris, sin sabor, sin emoción. Esto no parece cierto, ¿no? La gente se divierte mucho sin Dios. Pero todo eso es pasajero, incluso dentro del lapso de la vida humana. A veces dura minutos, a veces horas, o a veces días. Incluso algunos años. Pero al final todo se va dejando un sabor amargo, a veces terminamos peor que antes de meternos en eso que parecía tan bueno. Y hablo de cosas cotidianas: una carrera, un hobbie, un deporte, una amistad, una relación de pareja. Pero la vida de Dios es eterna: todo lo que recibimos mientras estamos con él, deja un efecto permanente en nuestras vidas, y siempre es, a la corta o a la larga, bueno, sin dudas mucho mejor que la falsa vida que se nos ofrece desde que nacemos. Diríamos en lenguaje coloquial, "Dios es la posta", o "Dios tiene la posta". Por eso esta vida que él nos ofrece hay que vivirla. Es lo mejor que podemos hacer. ¿Pueden pasarnos cosas malas? Sí. ¿Podemos pasar por momentos desagradables? Sí. Pero esta afirmación que parece muy teórica es absolutamente real en la práctica, y cuando lo experimentamos realmente lo sentimos como real: "en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó" (Romanos 8:37).

Espero que haya sido de mucha bendición para todos. La vida es una y hay que vivirla, y sólo Cristo es la vida. Todo lo demás es relleno o simplemente cosas lindas que podemos agregar a la vida. Pero en todo momento, lo más importante es cómo está nuestra relación personal con Jesús y cuánto estamos conviviendo con él en nuestras vidas cotidianas.

Que el Dios que da vida a los muertos nos enseñe a vivir siempre dentro de sus pautas, para que podamos llevar con nosotros siempre a su Hijo, que nos mantiene firmes, nos ayuda a sobrepasar las dudas y las dificultades, y nos lleva cada día a renovarnos según su manera de vivir. ¡AMÉN!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Querés compartir tus propias reflexiones sobre el tema?