sábado, 5 de octubre de 2013

La nueva vida 6 - Vivir la vida

Hola a todos. Hace ya un par de meses que vengo publicando la serie sobre la nueva vida que recibimos en Jesús. La idea era, en definitiva, poder entender un poco más de qué se trata y poder, básicamente, disfrutar mucho más de las cosas que Dios nos ofrece como parte de esa vida. Siento que muchas veces vivimos a mitad de camino. Por supuesto que esto es sólo una serie de reflexiones publicadas por una persona común, no soy teólogo, ni nada de eso, y mucho de lo que diga en estas publicaciones puede estar condicionado por falta de información. Pero bueno, la idea es compartir aquellas cosas que siento que Dios me enseña a lo largo de mi caminar con él, como es la idea de todo este blog. Por eso, siempre, lo más importante es que presten atención al pasaje que comparto, en el que está basado o inspirado la reflexión.

Si queremos disfrutar al máximo de la vida que Dios nos brinda, hay tres cosas que son fundamentales: creer que la biblia es la palabra de Dios, y por lo tanto verdadera y eficaz; buscar todo el tiempo tener una relación directa con Jesús a través de la oración, hablándole y estando atento a las formas que tiene de respondernos; y desprendernos del sentido común que nos enseña la sociedad, porque muchas veces Dios va a poner en cuestión los supuestos más básicos sobre cómo creemos que funciona el mundo.

Dijimos que para acceder a las bendiciones que Dios me propone es necesario que entienda que toda mi vida es vida cristiana, no sólo cuando voy a la iglesia. Siempre estoy en la iglesia. A veces cuesta hacer encajar eso en la rutina, sobre todo cuando tenemos que tomar decisiones que irían en contra de lo que la gente considera normal. Pero es necesario superar esa encrucijada y elegir vivir como Dios nos propone. En el camino probablemente tengamos que dejar, o al menos estar dispuestos a dejar, muchas cosas, y hasta relaciones, pero recordemos siempre que nos esperan enormes bendiciones del otro lado de esa apuesta. En definitiva, se trata de eso, dejar atrás el pasado, con sus cosas buenas y malas, y aceptar que Dios quiere que empiece de nuevo, con una nueva forma de pensar y de vivir. Por supuesto, muchas cosas van a seguir estando ahí, pero no podemos detenernos a pensar en eso o aferrarnos a lo que teníamos. Si nos agarramos de lo que está atrás, no avanzamos hacia lo que está adelante.

"Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica" (Efesios 2:10).

"¿Cómo sabemos que hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: 'lo conozco', pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió" (1 Juan 2:3-6).

"Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: 'Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse', pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué serviría eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta" (Santiago 2:15-17).

"Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes" (Filipenses 4:9).

Estamos acostumbrados a pensar en un Dios que si no hacemos las cosas bien, nos castiga, y si las hacemos bien, nos premia. Tal vez tiene que ver con que prevaleció durante mucho tiempo entre nosotros una teología que estaba inspirada en gran medida en el Antiguo Testamento, o una religión que pretendía controlar mediante reglas a los que la integraban.

Pero Jesús nos da libertad. Si la religión nos ata a un sistema de reglas, puede que Jesús no esté presente en esa religión. Alguno me dirá, "te estás contradiciendo con los pasajes que vos mismo citaste". ¿Es así? ¿Es contradictorio con los pasajes? Vamos a ver bien de cerca.

El pasaje de 1 Juan parece ser el más problemático. El que afirma que conoce a Dios pero no obedece los mandamientos es un mentiroso. ¿Quién puede obedecer, si justamente dijimos que siempre estamos pecando, o sea, haciendo cosas que van contra lo que Dios dice? Seríamos todos mentirosos. Para entender esto creo que es necesario ver lo que dijo Jesús al respecto: "¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él" (Juan 14:21).

La clave, entonces, no está en obedecer, sino en hacer míos los mandamientos. Hacer míos los mandamientos: creer con tanta convicción que lo que Dios me pide es lo correcto que lo hago como si fuera yo mismo el que lo propuso, al que se le ocurrió que tenía que ser así. Dios propone todo un cambio de mentalidad, para que los nuevos códigos reemplacen a los que teníamos antes, que en definitiva no eran nuestros, sino que estaban formados a partir de lo que se nos enseñó desde chicos.

Por eso, a mi entender, Santiago dice que la fe sin obras está muerta. No porque tengamos que hacer cosas para mantener viva nuestra fe, sino al revés: si no hacemos las cosas que se nos piden quiere decir que hay algo mal con nuestra fe. Tal vez no creemos en serio. Tal vez no creemos todo. Pienso que sobre la fe, o sobre el cristianismo en sí, hay muchos prejuicios basados en desconocimiento, o muchas cosas que parecen muy místicas y son en realidad muy concretas. Por eso es fundamental conocer la palabra de Dios. ¿Cómo puedo amar lo que Dios me pide, cómo puedo hacer míos sus mandamientos, si ni siquiera los conozco?

Por ejemplo, la biblia nos llama a ser santos. ¿Quiere decir que tenemos que ser perfectos? Bueno, la biblia a veces usa incluso esa palabra, pero no quiere decir hacer todo bien. Ser perfecto quiere decir estar completo. Eso ocurre cuando Dios forma parte de nuestras vidas. No significa que ahora somos buenas personas y no hacemos nada mal. Y ser santos significa haber sido apartados para el servicio de Dios. No significa ser tan puro que no haga nada mal, como solemos pensar. Es como dice el pasaje de Efesios: nosotros, al creer en Jesús, somos llevados otra vez al propósito original por el que fuimos creados, las buenas obras, la obediencia a Dios. El propósito de nuestra existencia es obedecer a Dios y amar y cuidar lo que él hizo. Por eso nos sentimos bien cuando hacemos cosas buenas. Por eso, si aceptamos esto, la vida va a ser para nosotros mucho más placentera. ¡Estaríamos haciendo justamente aquello que fuimos creados para hacer!

Nos acostumbran a pensar que las religiones son como la filosofía, formas de pensar, estilos de vida teóricos que después tratamos de aplicar más o menos. Tal vez así sea. Si es así, el cristianismo no es una religión. El cristianismo, como lo indica el nombre mismo, es ser como Cristo pero en miniatura. Jesús obedeció en todo, pero él no podía desobedecer a Dios porque él mismo es Dios. Nosotros no vamos a tener 100% de efectividad. Sin embargo, tenemos que entender que el cristianismo es esencialmente práctico, no teórico. Si creo en Jesús, esto no se manifiesta primero porque empiezo a hablar como un teólogo o saber pasajes de la biblia de memoria. Claro que estas cosas no son malas, pero tampoco son buenas. Sólo son útiles si surgen espontáneamente.

Pero la fe viene antes que las obras. Las obras deberían ser una consecuencia. La religión que practico debería ser una consecuencia de la relación práctica que tengo con Dios. Y me relaciono con Dios hablándole, pero también viviendo como él vivió. Porque Jesús vive en mí, y si eso no se refleja en una facilidad cada vez más grande para ir haciendo las cosas como él enseña, es probable que lo esté ignorando, en vez de relacionarme con él. "He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios" (Gálatas 2:20). Esto es más bien un proceso. Pero cuanto más me relaciono con Dios, más esto se vuelve una realidad en mí vida. Conozco a Dios a través de la obediencia, y la obediencia no es hacer cosas puntuales sino una actitud: es lo que quiero hacer en todo momento. Es querer en todo momento hacer lo que Dios quiere, independientemente de que me salga o de que sepa exactamente qué es lo que Dios quiere en una situación particular. Después viene lo demás, pero ya esa actitud habla de mi fe: quiere decir que considero de verdad que lo que él me dice es lo mejor que puedo hacer. Si esto pasa, estoy haciendo míos sus mandamientos, incluso los que no conozco.

Este es el requisito para vivir plenamente, para vivir en paz, para disfrutar al máximo la nueva vida que nos da Jesús. Filipenses lo establece claramente: "Pongan en práctica... y [entonces, sólo entonces] el Dios de paz estará con ustedes". No puedo esperar tener paz, no puedo esperar vivir tranquilo, a pesar de las tormentas, de los problemas, de las dificultades, si no estoy dispuesto a poner en práctica lo que aprendo de Dios. Y no sólo eso. Tengo que estar dispuesto a creer todo, hasta lo que me parece difícil de creer. En definitiva, creer es creer. Si voy a creer, no puedo hacer una selección. Si creo que la biblia es verdadera, es verdadera para todo.

Sobre esto, quiero aprovechar para plantear una de las cosas que solemos dejar afuera como cristianos al pensar en nuestra propia vida. La vida cristiana es una lucha permanente. No contra las personas que nos presionan para hacer cosas que no nos gustan, ni nada de eso. Nuestra lucha es contra seres que no vemos. Hablo especialmente del diablo. Sé que para muchos es difícil de creer que exista, que para muchos es algo muy místico. Sin embargo, Jesús es claro: "El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia" (Juan 10:10). El principal opositor para que no tengamos una vida abundante, una vida plena, es el ladrón. El que sabotea nuestras vidas y nos hace disfrutar menos, inundados en preocupaciones y desgastados por esforzarnos en conseguir cosas que a veces ni siquiera necesitamos. Y si esto es así, ¿quién es el ladrón?

Voy a tener trabas, dificultades, problemas para poder poner en práctica las cosas, porque me enfrento con enemigos que no veo y que me ponen esas trabas. El ladrón no quiere que cumpla los propósitos de Dios. Tampoco quiere que viva plenamente, que mi vida tenga sentido, y por eso no quiere que crea que las cosas son como la biblia dice. Sin embargo, vuelvo a la idea original: hay una sola vida. La verdadera vida es una vida con sentido. Es eso o nada, quiero decir, lo otro no es vida. La vida es estar con Jesús, y poner todo mi esfuerzo y concentración en vivir como él vivió. Para eso tengo que estar cerca de él, en oración, a través de la biblia, y poniendo las cosas en práctica. Eso es vivir. Esa es la vida que Jesús nos ofrece.

Que el Dios de paz, que transforma nuestras vidas para que podamos vivir como él nos pide y disfrutar así del propósito para el que fuimos creados, nos llene de poder para enfrentar las trabas y dificultades, y esos enemigos que no vemos, para que podamos tener una vida verdadera, llena de sentido. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias! Lo qué más deseo de este blog es que muchos puedan crecer en el conocimiento y en su relación con Dios a través de él compartiendo las cosas que yo mismo voy aprendiendo. Si esto pasa, este blog cumple su objetivo fundamental. En fin, me alegro que te guste!

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