martes, 5 de noviembre de 2013

La creación - Día 1: La luz

Hola a todos. Pasó bastante tiempo desde la última vez que publiqué, pero espero que puedan volver a conectar enseguida. Esta vez voy a empezar con la serie de reflexiones acerca de la creación del mundo, como dije la vez pasada. Recuerden que, no importa si pensamos que es simbólico o literal, el relato más verdadero, la explicación más certera, viene siempre, indefectiblemente, de Dios. Si realmente queremos ver un cambio en el mundo en el que vivimos, tenemos que empezar por cambiar nuestra visión del mundo, empezar a entender el mundo integrando todo lo que conocemos humanamente a la forma en que Dios mismo nos explica las cosas.

"Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios iba y venía sobre la superficie de las aguas. Y dijo Dios: «¡Que exista la luz!» Y la luz llegó a existir. Dios consideró que la luz era buena y la separó de las tinieblas. A la luz la llamó «día», y a las tinieblas, «noche». Y vino la noche, y llegó la mañana: ese fue el primer día".
(Génesis 1:1-5)

Si miramos a nuestro alrededor, todos los días, en cualquier lugar donde estemos, podemos decir que la tierra es un caos: injusticias, desorden, violencia, explotación, mentiras, y varias cosas más. Pareciera como si cada vez se pusiera peor, a un ritmo lento pero sostenido.

En el pasaje de Génesis, la biblia dice que al principio, era igual, la tierra era un caos. Estaba todo desordenado y no había vida. Pensemos en lo que se nos dice desde las ciencias naturales: gases y partículas mezcladas y desordenadas alrededor de un cuerpo cubierto de agua.

Ahora, hay dos cosas muy interesantes, que quiero resaltar. Primero, que "el Espíritu de Dios iba y venía sobre la superficie de las aguas". Cada vez que leo esto, pienso en lo que estaría haciendo el Espíritu, y supongo que estaba poniendo orden. El Espíritu, además, es la presencia misma de Dios sobre la tierra. Él no estaba ausente en su creación, mirando todo desde arriba, sino que estaba trabajando, desde adentro.

Lo segundo es que Dios, ante el desorden que había en la creación, no dice «que haya orden», o «que se acomode todo», sino "«¡Que exista la luz!»". Para poner orden, lo primero que hace es encender luz. El desorden y la oscuridad son cosas que van de la mano. Donde hay desorden, hay oscuridad, y viceversa.

Si prestamos atención, las tres formas de Dios, las tres manifestaciones, lo que llamamos la trinidad, aparece entera en este momento. Juan dice que "en el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios" (1:1), y que "por medio de él todas las cosas fueron creadas" (1:3). La palabra de Dios aparece en el Génesis creando, trabajando, tanto como el Espíritu o como el Padre. Y la palabra es Jesús mismo: "en él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad" (1:4). "Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció" (1:9-10).

Jesús mismo dijo "yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). Está presente desde la mismísima creación del mundo, al igual que el Espíritu y el Padre. Tres manifestaciones del mismo Dios, Dios trabajando desde todo su ser para crear el mundo. Y lo primero que hace, es crear la luz.

Esto es lo que pasa en el mundo también hoy. Si Dios no enciende la luz, las tinieblas lo cubren todo. Nadie ve nada, nadie entiende nada, nadie sabe por dónde va, ni para dónde. Nada es claro, todo es gris y difuso, y por eso hay caos. Lo bueno y lo malo, por ejemplo, son cosas que se toman por relativas, y entonces se mezclan en una especie de paleta de colores. Depende de lo cultural, depende de cada persona, depende de quién lo diga, y así sucesivamente.

Pero Dios establece claramente las cosas. Dice el pasaje que "consideró que la luz era buena y la separó de las tinieblas". Lo bueno y la luz son la misma cosa, y por eso lo malo se hace normalmente al amparo de la oscuridad, o digamos, cuando nadie ve. La biblia también habla de esto: "no tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien denúncienlas, porque da vergüenza aun mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto" (Efesios 5:11-12). Todo lo que hacemos a escondidas, con miedo de que se descubra, pertenece a la oscuridad y es malo. Si es bueno no necesita ser ocultado de la luz. Por poner ejemplos, pensemos en las mentiras, las trampas, la desobediencia y las conspiraciones.

Por supuesto, el tema está en que algunas cosas ya están aceptadas socialmente, entonces se practican a plena luz del día a pesar de ser malas. Pero si pensamos bien, son esas cosas con las que no todo el mundo está de acuerdo al menos en la teoría.

En cualquier caso, es por eso que lo primero que hace Dios en la vida de una persona es encender la luz. Antes de recibir a Jesús en nuestra vida, todo está oscuro adentro. No hay luz. Caminamos en todo caso guiados por otros que ven (o a veces por otros que no ven), pero no tenemos luz. Pero Jesús es la luz, por lo tanto al entrar en nuestra vida todo empieza a hacerse visible.

Es por eso que el primer signo de recibir a Jesús es el arrepentimiento: porque al encender la luz vemos lo que hacíamos mal, vemos con más claridad lo que antes nos parecía difuso y gris, empezamos a separar lo bueno de lo malo, como hizo Dios en la creación al separar la luz de las tinieblas. Y lo que para Dios es bueno nos empieza a parecer bueno, muchas veces incluso sin querer, sin que nos lo propongamos. Al menos al principio.

Esto es porque también recibimos el Espíritu de Dios, que es el que pone orden. El Espíritu es la mente de Cristo, nos infunde la manera de pensar de Dios. Ordena nuestra vida para que cada cosa esté en su lugar: lo bueno y lo malo.

Me parece que podemos sacar esta conclusión: donde está Dios, hay luz y orden. Cuando el hombre se apartó de Dios, se rompió ese orden y la vida humana se llenó de oscuridad y caos. Pero Jesús es la luz y es la vida, y cuando lo recibimos, se restablece ese orden en nosotros y se enciende la luz. Esa luz también empieza a brillar hacia afuera. Todo esto se produce a través del Espíritu, que pone orden en el caos de nuestras vidas, e incluso a nuestro alrededor. Por eso muy a menudo, al vivir en Jesús, traemos paz para otros. Porque donde nosotros vamos, llevamos también luz y orden, y donde están estas cosas hay paz.

Ahora, otra cosa queda muy clara en el pasaje de Génesis: para encender la luz, se necesita la palabra de Dios, como pasó en la creación. También para poner orden, porque la palabra es lo único firme. Es lo único que no es gris, que no es difuso, la única ley del universo. Todo lo demás, es creencia humana. Los seres humanos somos esclavos del desorden y la oscuridad. "Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Corintios 3:16-17). Sin la palabra, no podemos esperar que se extienda la luz por nuestro interior. Conocer la palabra es fundamental para vivir en la luz.

Recomiendo leer Efesios 4:17-5:14. La biblia es bastante clara sobre qué cosas forman parte de la luz y qué cosas forman parte de la oscuridad. Así y todo, recuerden: lo que cuenta es nuestra actitud hacia esas cosas. Tenemos que considerar malas a las cosas de la oscuridad y buenas a las cosas de la luz, y hacerlo con convicción y sinceridad, pero también tenemos que reconocer que somos seres humanos, y aunque estemos de acuerdo con Dios en nuestra mente, no siempre nos sale actuar como creemos que está bien. No podemos desanimarnos frente a un error, por más grande que sea. Si hicimos algo, o muchas cosas, que pertenecen a la oscuridad, no creamos que somos lo peor y que Dios nos detesta, porque eso no es así. La sociedad, o incluso nosotros mismos, y hasta a veces la iglesia, nos venden esa imagen de Dios, pero es falsa. La biblia no establece eso.

Dios nos ama porque nos creó, no porque actuemos mal o bien. Por eso, la salvación es por gracia. Tenemos que darnos un margen de error, sin perder nuestras convicciones, pero aceptando que fallamos, que nos equivocamos y que no siempre vivimos a la altura de lo que creemos. Dios también sabe esto, lo entiende, y lo acepta, y él mismo trabaja para liberarnos también de eso. Sentirse mal por hacer algo malo es natural, pero no olvidemos que Dios nos perdonó en Cristo.

Que el Dios creador de todas las cosas encienda la luz en cada área de nuestras vidas, para que podamos brillar, llevando orden y luz a todos lados donde vayamos para llenar el mundo otra vez de paz y libertad. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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