jueves, 10 de abril de 2014

La frustración de la creación y lo que Dios está haciendo al respecto

Hola a todos. La vez pasada mencioné varios temas de los que voy a estar hablando en las próximas publicaciones. Me pareció apropiado, habiendo terminado las reflexiones sobre la creación, pensar en lo que pasó después con ella. Después voy a retomar desde donde habíamos quedado para empezar con la serie de reflexiones sobre el séptimo día.

Quiero hacer énfasis en que no soy teólogo, sino solamente una persona que vive en relación personal con Dios, y reflexiona al respecto, sobre la base de las experiencias que va viviendo. Por supuesto, tengo en mi cabeza un "equipaje teológico" que fui obteniendo a lo largo de los últimos años, pero las conclusiones que saco en estas reflexiones personales tienen más que ver con mi propia experiencia. Lo digo porque a veces me falta conocimiento sobre el contexto, y eso puede derivar en conclusiones muy parciales o poco acertadas. Sin embargo, como es Dios mismo el que se va dando a conocer a nosotros, cuando tenemos una actitud sincera y una relación viva con él, es difícil escribir algo que no se corresponda con cómo es Dios en realidad. En fin, sólo la aclaración.

Y eso me lleva a otra cuestión: en mi opinión, los primeros capítulos del Génesis tienen un alto contenido simbólico, y por eso pienso que lo más importante es ver qué mensaje se nos quiso transmitir a través de esos símbolos. No olvidemos que toda la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, fue escrito para conducirnos a Jesús. Por lo tanto, él es el centro de la biblia. Aunque muchas veces nos de datos muy precisos, y a pesar de que todo lo que se dice es cierto, siempre va a haber información que falta, porque fue inspirada por el Espíritu con el único propósito de explicar y comprender la obra de Cristo.

Digo esto para romper un poco con el mito de que la explicación bíblica de la creación se contradice con la explicación de la ciencia. Puede que sí y puede que no, o puede que en algunas cosas sí y en otras no, pero fundamentalmente, deberían pensarse como complementarias. La ciencia, es decir, el conocimiento humano, aporta a la comprensión de las cosas adicionales, de todo aquello que tiene que ver con el mundo material. La biblia sirve para conocer, ante todo, los procesos y fenómenos espirituales.

Texto: Génesis 3

Dios creó el universo teniendo en mente un orden determinado, del que fuimos hablando en las reflexiones pasadas. Lo que caracterizaba a la creación original era el equilibrio. Si pensamos en el ser humano, habíamos dicho en algún momento que era al mismo tiempo material y espiritual, y tenía conciencia de ambas cosas en igual proporción. Además, tenía una conciencia natural de su propósito, y obedecía a Dios de forma espontánea.

No sé qué les pasa a ustedes, pero yo, cuando miro al mundo que me rodea, lo que menos veo es equilibrio. No hace falta que describa a qué me refiero, supongo. Pero sólo por nombrar algunas cosas: personas maltratando a las personas, los más fuertes dominando a los más débiles, el ser humano desarrollando su cultura a expensas de su hábitat, cambios climáticos cada vez más abruptos, y la lista podría seguir.

La pregunta que uno se puede hacer es, ¿qué pasó en el medio? Bueno, creo que hay muchas respuestas a esa pregunta, todas ellas correctas. Quiero resaltar algunos puntos. Primero que nada, Dios le había dado al ser humano un sólo mandato, una sola regla para el código de convivencia: que no comiera del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esto es problemático. Es decir, ¿qué representa este fruto? Personalmente, pienso que tiene que ver con lo que el apóstol Pablo dice acerca de la ley: "si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado" (Romanos 7:7), y "el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató" (Romanos 7:11).

Entonces, tal vez lo que Dios está haciendo al poner fuera del alcance del ser humano el conocimiento del bien y del mal, es protegerlos de sí mismos. Ahora, pensémoslo por un momento. El conocimiento del bien y del mal es atractivo, incluso parece bueno. Quiero decir, ¿quién no querría saber qué es bueno y qué es malo, y así poder vivir tranquilos y bien, como corresponde? Pero en realidad, es un truco. Saber lo que está mal me puede llevar a hacerlo, o a sentir remordimientos que me lleven cada vez a peores decisiones.

Para mí, de eso se trata la estrategia de la serpiente. En algún momento hablé sobre eso, cuando publiqué las reflexiones sobre la lucha espiritual. Lo que ella hace (o lo que él hace, si partimos de la base de que la serpiente representa al diablo), es convencer al ser humano de desobedecer y de tratar de ponerse a la altura de Dios. La humanidad desobedece el único mandamiento que había recibido. Es ahí donde empieza todo.

El ser humano era la corona de la creación, el encargado. Era, por así decirlo, el gobernador de la tierra, siendo Dios el presidente del universo. Pero a partir de su desobediencia, se produce una ruptura profunda, y una rebelión, a veces sutil, a veces abierta. La humanidad, a partir de entonces, va a ir dividiéndose en dos: los partidarios de Dios y los separatistas, por así decirlo. Si lo pensamos en profundidad, esta representación, esta metáfora, tiene muchísimo sentido. Unas nuevas leyes empiezan a regir en esta provincia rebelde, que queda ahora separada del resto del país. Queda fuera del país de Dios, como un estado independiente, o, hablando en términos bíblicos, queda fuera del reino de Dios. Lo llamativo es que, si pensamos en el ser humano de hoy, tenemos la tendencia a querer ser como Dios: estar al control de todas las cosas, saberlo todo, e incluso crear seres humanos, animales, y otras cosas.

Es interesante lo que pasa a continuación. Ninguno de los dos, ni Adán ni Eva, se hacen responsables por la decisión que tomaron. Adán culpa a Eva, y ella culpa a la serpiente. Por supuesto, la serpiente es la que empezó todo, y sin embargo, Eva habría podido decir que no, y lo mismo Adán. Pero ese es otro de los grandes signos de la caída que podemos ver en el ser humano de hoy: nadie se hace cargo de nada. Siempre la culpa la tiene otro.

Pero Dios juzga sobre la base de la verdad. Él sabe lo que pasó, y le paga a cada uno según su grado de responsabilidad. Por eso, condena primero a la serpiente, después a la mujer, y después al hombre. Ahora, hay que tener en claro una cosa, porque el ser humano, tratando de gobernarse así mismo, usa a Dios para sus propios fines. Personalmente pienso que esto enfurece a Dios. Pero a lo que voy es a esto: cuando condena a cada uno, no está estableciendo reglas, sino advirtiendo las consecuencias de lo que acaban de hacer.

La serpiente, es decir, el diablo, es condenada a arrastrarse por el suelo, es decir, expulsada definitivamente de la presencia de Dios, y para siempre. No olvidemos que Satanás solía ser un ángel de Dios. El Señor le anuncia ya su final, algo que los biblistas consideran una versión temprana del evangelio, la buena noticia.

La mujer se convertiría en lo que pasó a llamarse el "sexo débil". No lo fue desde el principio. La dominación del hombre sobre la mujer fue una consecuencia de la caída. Es una construcción social, lo cual no quiere decir que no tenga un sustento en la nueva realidad que se produjo a partir de ese momento.

El hombre se transformaría en el que realizaría las tareas más pesadas en la división del trabajo, para perjuicio propio, en definitiva. Claro, en la repartición, por este mismo motivo, empezaría a considerarse a sí mismo como superior a la mujer, otra construcción social, sin duda.

Y la consecuencia más terrible, tal vez, es esta: el ser humano es separado del árbol de la vida, es decir, se le niega la vida. Muere. Ahora conoce lo bueno y lo malo, sí, pero está sujeto a la muerte, por lo tanto, no le sirve de mucho. De hecho, al conocer lo malo, puede ser juzgado al hacerlo. A partir de ahí, el ser humano ya no va a poder participar del Edén, es decir, no va a poder encontrar gozo y plenitud en su vida. El propósito original de la humanidad se pierde. De hecho, se pervierte la creación entera. El Nuevo Testamento lo establece claramente: "la creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración", y "la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Romanos 8:19-21).

Entonces, el ser humano desobedece a Dios (lo que se conoce comúnmente como "pecado original"), se independiza, no se hace responsable, y se rompe el equilibrio entre el hombre, la mujer y el mundo que los rodea. Esto es la muerte. Todo se muere. La creación entera se quiebra, se pierde. Dicho así, suena extremadamente trágico. Éste no es el evangelio, claramente. Evangelio quiere decir "buenas noticias". Ésta fue la mala noticia.

La buena noticia, es que Dios tenía un plan para revertir esto, para restaurar la creación entera a su propósito original. Estas cosas, aunque nos cueste entenderlo o aceptarlo, tenían que pasar, era necesario. ¿Por qué? No lo sé. Pero no es algo que haya pasado sin que él lo esperara. Se lo veía venir, pero si el ser humano pudo desobedecerlo, es porque no estaba del todo convencido de la autoridad de Dios. Tal vez fue por eso que el Señor dejó que esto pasara, para que comenzara el largo período de aprendizaje del ser humano, la escuela que conocemos como "historia humana", en la que la humanidad aprende a obedecer a Dios.

Entonces, Dios no tenía un plan B, sino que esto formaba parte del plan A, el plan original. Una instancia que Dios habría preferido no tener que transitar, pero que evidentemente era necesaria. No sólo eso, era la mejor alternativa, porque Dios nunca se queda con opciones intermedias, siempre piensa en lo que es mejor desde el punto de vista objetivo. Él creo el mundo, así que el punto de vista objetivo es, sin duda, el suyo. Es el único que sabe cómo funcionan realmente las cosas, en todos los tiempos, pasado, presente y futuro, a la vez.

Pero, ¿cuál es ese plan? Bueno, está anticipado en el evangelio en miniatura que aparece en Génesis 3:15, "pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente [el pecado y la muerte] y la de ella [Cristo]; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón". También se empieza a entrever más adelante: "Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor" (Génesis 4:26). Al darse cuenta de lo que es la vida humana sin la obediencia a Dios, el ser humano empieza a ponerse voluntariamente bajo el paraguas de su soberanía.

Esto ocurre porque al cortarse la conexión con Dios, se interrumpe la alimentación de todo aquello que hacía al ser humano, que está relacionado con la esencia de Dios mismo. Fuimos creados, en definitiva, a su imagen y semejanza. Fuera de él, no somos ni siquiera humanos. Otra cosa que podemos ver en el mundo de hoy: somos cada vez menos humanitarios, menos humanos. El deseo de estar con Dios y vivir en armonía con él cumple la función de recalibrar nuestra frecuencia, nos reconecta. Y de esa manera, nos devuelve a la vida.

Y esto es posible por medio de lo que Jesús hizo, o, antes de Cristo, de lo que Jesús iba a hacer. Y esto es muy interesante. La restauración, la reconexión, la salvación, siempre vinieron por medio de la fe. Antes, la fe miraba hacia adelante, hacia el mesías que iba a venir, y hacia lo que él iba a hacer. Ahora, nuestra fe mira hacia atrás, a lo que él hizo, aunque también, obviamente, a las implicancias que eso tiene para nuestro futuro. Pero siempre fue por medio de la fe. Y la fe no es creer que Dios existe. La biblia da por sobreentendido el hecho de que Dios exista. La fe se trata de creer que Dios es soberano, y que la obediencia a él es lo único que nos puede hacer humanos plenos de nuevo. La fe es, en definitiva, creer que lo que Dios nos dice es cierto, y querer relacionarnos con él. Confiar en él. Eso es la fe.

Termino con este pasaje, para comprender en mayor profundidad lo que Dios hizo, está haciendo y va a hacer respecto de la frustración de la creación: "él nos hizo conocer el misterio de su voluntad conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo: reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra" (Efesios 1:9-10).

Destaco esto: el buen propósito de Dios, establecido de antemano, en Cristo, es reunir, o sea, volver a unir, con él, todas las cosas. La palabra "religión" refiere al conjunto de cosas que el hombre tiene que hacer para volver a ligarse (religarse) con Dios. Lo que no nos damos cuenta es que no existe tal cosa, porque Dios ya hizo todo lo que había por hacer al respecto cuando envió a Cristo. Él es nuestra religión, ya no hay nada más que podamos hacer más que unirnos a él, en una relación personal. Ser buenas personas no nos devuelve a la vida. No nos restaura al propósito original. Dios no nos pide ser buenas personas. Él mismo se encarga de ir transformándonos, pero sólo si primero nos religamos a él por medio de una relación personal con Cristo. Esa es la buena noticia: la salvación es gratis. Es un regalo que viene por una relación afectiva con Dios.

Que el Dios de la creación y de la restauración despierte en nosotros el creciente deseo de obedecerlo por iniciativa propia, para que podamos disfrutar de toda la plenitud de la vida que Dios pensó para cada uno de nosotros. Amén.

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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