miércoles, 24 de agosto de 2016

Vidas que dan frutos

Hola a todos. Hace un tiempo me tocó dar una especie de charla sobre un tema que creo que en las iglesias se habla bastante, y hay varios libros dando vueltas, pero que pienso que muchas veces se entiende de una manera inapropiada. Me gustaría hacer una mirada más detenida y profunda, y plantear otra forma posible de entenderlo, que me parece más realista y más aplicable.

El tema es, ¿qué es una vida fructífera? ¿Qué es dar fruto?

No pretendo agotar el tema, ni nada. De hecho, en última instancia, esto no es más que simplemente una reflexión. Pero me gustaría empezar pensando en lo que no es tener una vida fructífera, según el cuadro general que muestra la biblia. Tener una vida fructífera no es ser exitoso, ni que te vaya bien en todo. Tampoco quiere decir ser perfectos. Cualquiera de estas dos cosas me parecen un verdadero error de comprensión, que sin embargo se nos mezclan muy seguido, me parece, con esta idea de ser fructíferos.

Si lo pensamos desde la idea de "fruto", en una árbol, el fruto representa, por un lado, parte de su propósito, podríamos decir que es lo trascendente del árbol. Es de donde van a salir sus retoños. Entonces, dar fruto parecería ser cumplir los propósitos de Dios para nosotros. Esto parece algo muy general y vago, pero la biblia nos muestra una y otra vez diferentes propósitos que como seres humanos tenemos. Fuimos creados de determinada manera, para funcionar de determinadas formas y para hacer determinadas cosas. Fuimos incluso llamados al reino para vivir de cierta forma, y eso es parte de nuestro propósito en este mundo, por el hecho de ser humanos.

Por otro lado, el fruto suele ser la parte del árbol que se puede saborear, que nos puede alimentar, que podemos disfrutar. Acá me parece que está la segunda cosa, el disfrute. De hecho, en nuestro idioma, las palabras "fruto" y "disfrutar" están emparentadas.

Entonces, una vida que da fruto es una vida que cumple su propósito, y que a la vez se disfruta.

"Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva; y sé también que es un don de Dios que coma o beba, y que disfrute de todos sus afanes. Sé además que todo lo que Dios ha hecho permanece para siempre; que no hay nada que añadirle ni quitarle; y que Dios lo hizo así para que se le tema".
Eclesiastés 3:12-14

Creo que en este pasaje se ve claramente que disfrutar ("alegrarse") y cumplir con nuestro propósito divino ("hacer el bien") son lo mejor que nos puede tocar en esta vida. Es decir, tener una vida fructífera puede resumirse bíblicamente en esas dos cosas. "Nada hay mejor para el hombre". Ahora, disfrutar de nuestra vida, además, es algo que Dios produce en nosotros, es decir, no es que vamos a disfrutar sólo por esforzarnos más o por casualidad, sino que Dios lo hace en nosotros. "Es un don de Dios". Es un don que permanece para siempre, y que si lo recibimos, está completo. "No hay nada que añadirle ni quitarle". Por último, el pasaje nos revela cual es el sentido de recibir este don, y es, básicamente, darse a conocer a sí mismo, y que quede claro que él es Dios, y qué clase de Dios él es.

Estas cosas las voy a ir retomando más adelante, pero quiero decir primero un par de cosas más. Si quiero tener un árbol que dé frutos, hay ciertas cosas que tengo que hacer. Lo mismo pasa con nuestras vidas. Que este fruto sea don de Dios, no quiere decir que nosotros no tengamos ninguna responsabilidad en desarrollarlo y mantenerlo. De hecho, de eso se tratan estas reflexiones. De cuidar, regar, podar y mantener el fruto que Dios produce en nosotros. Dios es el que hace crecer ese fruto, y es el que decide el ritmo de su crecimiento y la forma del fruto. De hecho, la forma del fruto es básicamente su carácter, que él va desarrollando en nosotros (Romanos 8:29).

Entonces, Dios nos creó y nos llamó a su reino para que demos fruto, y para que disfrutemos de nuestra vida. También para que otros puedan disfrutar al formar parte de nuestras vidas. Dios quiere que tengamos vidas que dan fruto. Ahora, hay tres situaciones posibles: que no demos fruto, esos momentos de nuestras vidas en los que estamos trabados, y sentimos que no vamos ni para un lado, ni para el otro, y que no impactamos para nada en nuestro entorno; que demos fruto feo, como cuando sentimos que no podemos disfrutar de nuestra vida, y que impactamos a nuestro alrededor de manera negativa; y que demos fruto rico, como cuando llegamos a sentir que nuestra vida está buena, y vemos que causamos a nuestro alrededor también un lindo impacto. El deseo de Dios parecería ser que cada vez más, demos este tipo de fruto, rico, provechoso. A él le encanta que demos fruto rico y abundante (Juan 10:10).

A ese fruto rico y abundante, la biblia lo llama "el fruto del Espíritu". Lo encontramos descrito en el famoso pasaje de Gálatas 5:22-23: "el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio". Muchas veces se habla de este pasaje como una guía para nuestra conducta, para cómo debemos comportarnos para parecernos a Cristo. Sin embargo, quiero resaltar dos cosas: no es fruto de nuestro esfuerzo, es fruto del Espíritu. Es decir, es Dios el que va generando en nosotros estas cosas. Y lo otro: si bien es cierto que tenemos responsabilidad en formar nuestro carácter, no todo es conducta, y deberíamos trabajar primero en nuestro corazón si esperamos desarrollar determinada conducta sana. Cristo es claro en esto: "del corazón humano salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias" (Mateo 15:19). Podemos esforzarnos todo lo que queramos en tener las conductas apropiadas, pero si no descubrimos por qué tenemos las conductas mal, y no trabajamos eso que nos mueve a comportarnos así (que generalmente son heridas o malos aprendizajes del pasado), es inútil, y tarde o temprano vamos a volver a dar malos frutos por ese mismo lado o por otro.

Lo que quiero plantear, entonces, es que lo que necesitamos hacer es entender qué características tiene el fruto del Espíritu (qué "sabor" tiene), cómo se ve cada una de esas características, qué trabas solemos tener para dar un fruto con esas características bien desarrolladas, y qué podemos hacer para obtener un fruto de mejor calidad, es decir, para dar un mejor fruto. No esperemos perfección: como dije antes, dar fruto no es ser perfecto. Sepamos que es un trabajo permanente, vamos y venimos, y cosas que teníamos muy claras puede que de repente tengamos que volver a ajustarlas. Y tenemos que pensar que cualquiera de estas características, si es forzada, es peor: caemos en la hipocresía o en los extremos no sanos. La manera correcta de desarrollar estas características es destrabarlas desde nuestro interior, y dejar que, justamente, el Espíritu trabaje en nosotros. Y confiar en que Dios quiere esto para nosotros, de modo que no es imposible. Todo lo contrario, está asegurado que vamos a poder desarrollar vidas cada vez más fructíferas. Dios nos ama, y quiere darnos una vida abundante. Quiere darse a conocer a nosotros, y también en nosotros.

A partir de la próxima publicación, voy a ir pasando por cada una de las nueve características del pasaje de Gálatas, y respondiéndonos esas tres preguntas, sobre la forma del fruto, las trabas que tenemos y lo que podemos hacer para destrabarnos. Dios está con nosotros. No descansemos en nuestras fuerzas y capacidad para "sostener" ese carácter de Cristo, y al mismo tiempo no nos olvidemos de que Dios no se cansa de hacer su obra en nosotros, precisamente, para que quede claro que él es Dios, y qué clase de Dios él es: un Dios de amor, un Dios fiel, un Dios bueno y nuestro creador.

Que el Dios que nos creó nos llene del Espíritu para que podamos preparar nuestros corazones para la obra que él quiere hacer en nosotros, y para que entendamos que el fruto de nuestra vida no depende de nuestro esfuerzo, sino de su guía, su poder y su amor, que forman en nosotros el carácter de Cristo. ¡Amén!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

1 comentario:

  1. Excelente,Nacho. como de costumbre.... Es importante dar el significado de las cosas como son y saber que nosotros, a pesar de ser pecadores podemos ser parte de ese gran árbol, que el Dios mismo y su único Hijo, Jesus, nuestro Señor y Salvador.... Que siempre ese maravilloso Santo Espíritu de Diso te llene de esa sabiduría positiva y realista. Amen.

    ResponderEliminar

¿Querés compartir tus propias reflexiones sobre el tema?