viernes, 30 de noviembre de 2012

En la lucha 4 - El diablo

1 Pedro 5:8-9; Juan 8:42-47, 10:9-11

Hola a todos. En la reflexión final sobre la armadura de Dios habíamos visto la importancia de entender que existe un ser espiritual que quiere destruir la más preciada de las creaciones de Dios: los humanos. Creer en la existencia del diablo, vimos, es fundamental para comprender la vida espiritual. Hoy nos toca hablar precisamente del diablo, nuestro gran enemigo, el gran artífice del quiebre espiritual del hombre y la mujer.

Ya venimos viendo que todo esto es un caos. Estamos siempre rodeados de pensamientos buenos y malos que parecieran competir entre sí, queremos hacer una cosa y nos sale otra, o de otra manera, nos movemos en el mundo entre personas que nos alientan a vivir como creemos mejor pero por otro lado tratan de llevarnos en una determinada dirección, que generalmente no es la que realmente queremos, etc. Ahora, detrás de todo este caos, del gran engaño de ver sólo lo material, de este plan de frustración de la creación de Dios, hay alguien: el diablo.

Para empezar, podemos decir que el diablo es el primer mentiroso en toda la creación. Antes de que él mintiera y engañara, la mentira no existía. Hay muchos pasajes que hablan sobre el diablo, pero quiero enfocarme en la parte más práctica del asunto, ya que estamos hablando de la lucha y no tratando de entender a fondo la historia de nuestro principal enemigo.

El diablo no solamente miente, sino que se deleita en mentir, porque al hacerlo expresa su verdadera naturaleza. No es un mentiroso, sino que es la mentira misma. Por eso su manera natural de actuar es manipular, torcer, ocultar y engañar. Es precisamente lo que pasó con la primera mujer y el primer hombre, en Génesis 3:1-4. Ya desde el primer momento en el que habló, habló para mentir.

Podríamos preguntarnos también qué quiere el diablo, cuál es su intención. Bueno, creo que está más que claro, pero hay un versículo que me parece que es clave. Juan 10:10 dice que "el ladrón no viene más que a robar, matar y destruir". Viene a robar las mentes y los espíritus de las personas, y a destruir al ser humano, que equivale a destruir la creación de Dios, porque somos la cabeza de la creación.

Ahora, nosotros ya vimos que el pecado ataca con pensamientos negativos o desobedientes, y el mundo haciendo presión para que actuemos fuera de los parámetros de Dios. ¿Cómo ataca el diablo? Pienso que de varias maneras, directa o indirectamente.

De manera indirecta, el diablo nos ataca precisamente usando al pecado, su gran espía dentro de los seres humanos. Por medio del pecado, la desobediencia crónica en la que nacemos y vivimos, el diablo engaña a las personas y las hace actuar por fuera de la luz del Señor. Aquellos que no siguen a Jesús están incluso más expuestos, porque no aceptan esa luz, no reconocen la voz del pastor. 2 Corintios 4:4 dice que "el dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios". Otras versiones dicen "el dios de este siglo", digamos, el ser espiritual que domina las cosas temporales. Es interesante la distinción que hace el pasaje entre dios (con minúscula) y Dios (con mayúscula).

En fin, a través del pecado el diablo distorsiona nuestra imagen de nosotros mismos y también puede destruir relaciones entre personas, que son una de las principales fuentes de fuerza del ser humano. Nadie está exento, y por eso hay incluso iglesias enteras que se desmiembran y se desarman bajo el poder del diablo, muchas veces sin notarlo. En definitiva, el diablo enciende nuestra naturaleza pecaminosa para dar fruto de muerte. En particular, usa esta táctica con los hijos de Dios, con los creyentes, porque ya no puede matarnos. Ya no puede adueñarse de nuestra eternidad. Sólo puede hacer que demos mal fruto, aunque sea un poco, que es suficiente para esparcir oscuridad y para manchar el nombre de los cristianos. Muchas veces lo logra, y con gran éxito.

Ahora bien, no solamente nos ataca indirectamente. A veces lo hace de manera directa, y esto puede ser acusándonos, sembrando oscuridad o afectando el mundo material.

Uno de los títulos con que la biblia llama al diablo es, precisamente, el acusador. El diablo quiere nuestra muerte, y por eso nos acusa en primer lugar ante Dios, para señalarle nuestras culpas. Sin embargo, por medio de la muerte de Cristo nosotros ya pagamos la condena por nuestra desobediencia, y entonces recurre también a la acusación directa: nos acusa a nosotros mismos, recordándonos y marcándonos nuestras faltas, sembrando en nosotros el miedo a caer de nuevo. Esto debilita nuestra autoestima y por lo tanto nuestro crecimiento, y eventualmente nos lleva a desobedecer a Dios.

Por otro lado, el diablo puede interactuar con el mundo visible, de manera sobrenatural, y hasta puede hablarle a las personas o manifestar una imagen de sí mismo, supongo que falsa y distorsionada, porque él es la mentira. En cualquier caso, este tipo de ataque es menos frecuente, pero no habría que descartarlo.

Finalmente, el diablo siembra oscuridad y confusión: hace que lo malo parezca bueno, que lo bueno parezca malo, ciega a las personas y les enseña a desobedecer a Dios. Esto lo hace principalmente con el mundo, pero también con nosotros, la comunidad de los creyentes. Cuánto más ciega está una persona, más expuesta está a la influencia del diablo, y por eso el mundo es más vulnerable: sin Dios, sin la aceptación de la luz del evangelio de Cristo, el mundo está indefenso frente a los engaños del diablo.

Nosotros, por otro lado, estamos en lucha constante entre la luz, los pensamientos positivos y el deseo de hacer el bien, y la oscuridad, los pensamientos negativos que conducen al dolor y a los malos resultados. El diablo sabe que las heridas nos hacen actuar por fuera de la luz, y por eso trata de causarnos todas las que pueda, y de tocarnos en aquellas que ya tenemos.

Por supuesto, la corrupción también es física. La biblia nos enseña que la muerte, y por lo tanto la enfermedad, no existía al principio, sino que entró por causa de la desobediencia del hombre. Es parte del plan del enemigo para dañar y debilitar al ser humano. No es casual que haya manifestaciones cada vez más graves de la enfermedad y la muerte. A medida que pasa el tiempo nos vamos debilitando más y más como humanidad.

Por todo esto, estamos en un estado de emergencia. La guerra está muy avanzada y es muy intensa, y se necesitan soldados de luz, gente que esté dispuesta a seguir haciendo el bien a pesar de todo, seguir enfrentando la oscuridad interna y externa, para ganar terreno sobre el diablo. Si su plan es destruir, construir es la frustración de su plan. Cuidar la creación, tanto el mundo natural como las personas que lo habitan. La única manera de resistir y enfrentar al diablo es con el poder de Cristo, y en el poder de Cristo. El diablo no actúa solo, sino que tiene un ejército espiritual de su lado (Efesios 6:12). Es una guerra de conciencia ante todo, y el campo de batalla es nuestra mente.

Pero Dios cuenta con nosotros, sus hijos, que fuimos rescatados de la muerte y de la actitud desobediente. Y por supuesto, con otros seres espirituales que actúan para el bien. A simple vista, esto parece fantasioso. Sin embargo, la biblia nos demuestra claramente que no lo es. Es mucho más real de lo que parece, y si prestamos atención, esta lucha espiritual toma formas concretas y materiales.

El diablo nos necesita ciegos. Sin eso, no puede engañarnos, como vimos en la reflexión final sobre la armadura de Dios. Por eso es muy importante estar en contacto permanente con la verdad del evangelio, usar la espada del Espíritu, leer y aplicar la palabra de Dios en nuestra vida y meditar en ella todo el tiempo, día a día. Así podemos mantener alta nuestra fe, y encendida la luz en nuestra mente. El diablo va a querer quebrarnos, doblegarnos y separarnos de Dios. Pero no puede: "en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor" (Romanos 8:37-39).

Que el Dios de la luz llene nuestras mentes y nuestros corazones para que podamos resistir los engaños del diablo, creer en su existencia y combatirlo, y ayudar a otras personas a liberarse de su poder de una vez y para siempre, en fin, ser soldados de la luz de Cristo. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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