miércoles, 31 de agosto de 2016

El fruto el Espíritu 2 - Alegría

Hola a todos. Hace una semana empecé a compartir una reflexión sobre un tema que siento que está muchas veces mal abordado, y que tiene que ver con lo que significa y lo que implica tener vidas que dan fruto. En Eclesiastés 3:12-14 veíamos que el plan de Dios para nuestra vida es que nos alegremos y hagamos el bien, que no hay nada que sumarle ni restarle a esto y que está planeado así para que nuestras vidas glorifiquen a Dios. Gálatas 5:22-23 nos dice expresamente cuál es el resultado del Espíritu de Dios trabajando en nosotros para dar fruto: "amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio". Estas son nueve características que tiene ese fruto que Dios nos creó para dar, nueve matices del sabor de ese fruto.

Hoy me toca desarrollar un poco el tema de la alegría. Cuando hablé del amor, aclaré que estas cosas no son conductas que tenemos que adoptar, forzándolas desde lo externo, formas de actuar, sino que son formas de ser, y por lo tanto tenemos que trabajarlas desde el interior. Si no estamos mostrando alguna de estas características es porque algo pasa adentro nuestro que necesitamos sanar o atender. Somos lo que somos, no podemos obligarnos a ser. La forma de cambiar nuestra forma de ser es trabajando con nuestro corazón, es decir, nuestras motivaciones y creencias más profundas de la vida. Es fundamental entender esto para el caso de la alegría, porque es, en mi opinión, una de las características del fruto que más daño puede causar en las personas si se la enseña mal.

Empecemos por pensar qué no es la alegría si recorremos las Escrituras. En primer lugar, es claro que la alegría no es estar siempre sonrientes. Es decir, Dios no nos llama a estar siempre con una sonrisa en la cara. Y esto, que puede parecer una obviedad para algunos, a veces parecería no ser tan obvio para otros. No tenemos por qué estar siempre con una sonrisa en la cara o de buen humor, la alegría no se trata de eso. Alegría tampoco quiere decir pasarla siempre bien, ni siquiera pasarla bien en sí. Alegre y divertido no son sinónimos. Una persona que hace muchos chistes o una que se ríe mucho no necesariamente son personas alegres. Alegría no es necesariamente diversión.

Entonces, ¿qué es la alegría? Tal como pasaba con el amor, no encontramos en ningún lado una definición directa de la alegría. La palabra griega acá es CHARA, que está asociada al placer, al deleitarse y al estar animado. Podemos vislumbrar cuál es el sentido bíblico de la alegría en algunos pasajes como este:

"A quien Dios le concede abundancia y riquezas, también le concede comer de ellas, y tomar su parte y disfrutar de sus afanes, pues esto es don de Dios. Y como Dios le llena de alegría el corazón, muy poco reflexiona el hombre en cuanto a su vida" (Eclesiastés 5:19-20).

Por algunas cuestiones de la traducción (la versión es NVI), tal vez podamos perder un poco del sentido original, que es más complejo. La idea del pasaje sería algo así: Dios permite que podamos sacar jugo a lo que tenemos y a lo que hacemos. Y cuando esto pasa, una persona puede dejar de lado las preocupaciones de la vida y las angustias del pasado, y tener una actitud positiva y buen ánimo. Dicho de otra forma, la alegría tiene que ver con poder encontrar placer y sentido en nuestra vida, en lo que hacemos y en lo que tenemos.

+Alegría es encontrarle placer y significado a la vida.

Podríamos pensar que lo contrario a esto es la tristeza y el desánimo. Y quiero detenerme un momento en esto: que sea lo contrario no quiere decir que esté mal. La tristeza y el desánimo son contrarias a la alegría, pero no son en sí mismo pecados. Aclaro esto porque muchas veces, directa o indirectamente, se juzga o condena a las personas en las iglesias por estar tristes o desanimadas, como si por estar así no fueran suficientemente buenos o suficientemente cristianos. Rápidamente podemos ver que bíblicamente, esto no se sostiene, porque Jesús mismo estuvo triste en varias ocasiones (Marcos 3:5), y Moisés, por poner otro ejemplo, estuvo desanimado en más de una ocasión (Números 11:11-17), y Dios nunca lo reprendió por su desánimo. Podría extenderme mucho más sobre esto, pero no es el punto central. Simplemente quiero decir que si estás o estuviste desanimado/a o triste, y alguien te transmitió que no estabas siendo suficientemente espiritual o estabas fallándole a Dios por eso, estaba totalmente equivocado/a y podés quedarte tranquilo/a. Lo mismo si estás o estuviste deprimido/a. Dios te sigue amando y valorando.

Igual creo que es importante aclarar que en esta reflexión trato de referirme a algo más general. Podemos ser personas alegres y sin embargo pasar momentos tristes. No significa que nuestro fruto no tenga sabor a alegría. Lo mismo con el desánimo. Podemos estar animados con nuestra vida y desanimarnos con algo puntual, o incluso estar tristes o desanimados por un rato a causa de algo, aunque seamos personas que dan fruto de alegría. Pero perdemos el disfrute cuando tenemos un desánimo más profundo, una falta de significado general, de la vida. También pasa lo mismo con el "displacer", y con la tristeza. No es lo mismo entristecerse por algo puntual, que estar entristecido en el fondo, con la vida. Ahora, la pregunta que podemos hacernos es, ¿de dónde puede venir nuestra falta de alegría? ¿Cuáles son las trabas que tenemos para dar fruto con sabor a alegría?

En primer lugar, algo que nos impide encontrarle significado y placer a nuestra vida es la falta de libertad. Cuando no tenemos espacio para recrearnos y desplegar lo que tenemos dentro de nosotros (nuestra creatividad, nuestros recursos, nuestros deseos), o cuando esto está mal visto (generalmente por ser "improductivo" según los parámetros de nuestra cultura), terminamos sobreexigiéndonos, haciendo cosas para "cumplir" con exigencias que tenemos sin parar a descansar, y eso nos termina agotando. No podemos estar animados si estamos agotados y sin fuerzas. No podemos tener ese deseo de ir para adelante. Lo mismo pasa cuando por diferentes motivos no podemos vivir la clase de vida que nos gustaría estar viviendo, la clase de vida que nos haría sentir bien.

También puede pasar que las circunstancias mismas nos muestren que lo que estamos queriendo llevar a cabo no avanza, tenemos muchas trabas para desplegar nuestra vida. Es lo que le pasaba a Moisés en el pasaje de Números que mencioné. Quería cuidar y conducir al pueblo pero la carga era muy grande debido a las condiciones externas. Eso lo llevó al desánimo. Sentía que nada de lo que hacía para llevar adelante su objetivo tenía sentido, nada servía, nada daba resultado. Es difícil encontrar placer y sentido en algo que sentimos que no va para ningún lado.

Finalmente, hay momentos donde los aspectos negativos de la realidad que estamos viviendo nos desbordan, nos roban las fuerzas, nos derriban. En momentos así nos cuesta concentrarnos en lo que sí tenemos y en lo bueno de nuestra vida. Nos sale naturalmente enfocarnos en lo que no tenemos y quisiéramos tener, o en lo que está mal en nuestra vida y quisiéramos que esté bien. Si nuestra mente está anclada en lo negativo, es lógico que no encontremos placer ni motivos para tener ánimo. Suele hacernos sentir ingratitud e insatisfacción.

Pero entonces, ¿qué se puede hacer frente a esto? ¿Cómo destrabamos nuestras vidas para que el Espíritu de Dios pueda fluir en nosotros hacia la alegría? En primer lugar, tenemos que entender que la alegría de la vida no es característica sólo de algunas personas, sino que está a disposición de todas, hasta del más depresivo (sí, incluso para ellos hay esperanza), y no se produce por arte de magia, sino que se puede construir, se puede trabajar para traerlo a nuestra vida. No me voy a meter con el tema de la depresión porque no soy un experto y porque merecería una reflexión más profunda, sólida y específica (aunque no niego que algo de todo esto también les pueda servir en esos casos). Pero en todos los demás casos, es importante entender que yo soy el único que puede hacerme feliz a mí mismo, de la mano de Dios. No puedo esperar que la felicidad, el disfrute, la alegría, venga de afuera. Nadie me va a hacer feliz (aunque las compañías sí pueden contribuir a nuestra alegría, y obviamente muchas veces necesitamos ayuda).

Si quiero tener esa vida que me gustaría tener, avanzar hacia esa forma de vivir en la que pueda disfrutar más allá de las cosas malas de mi vida, tengo que yo mismo ir a buscarlo. Es decir, para tener la vida que me gustaría, tengo que vivir la vida que me gustaría. Hay varias cosas importantes que la biblia deja entrever como posibles caminos:

+ Clamar (Salmo 18:6). Dios nos invita a traer a sus pies nuestro desánimo, nuestra negatividad y nuestra angustia. Si nos falta alegría, lo mejor que podemos hacer es aceptarlo primero, presentárselo a Dios después, y finalmente hablarlo con personas que nos vayan a comprender y acompañar en el desánimo, y no tratar de cambiar nuestros sentimientos para que de la nada estemos bien. Obviamente que en algún momento necesitamos que nos den ánimo, pero si primero no nos aceptan con nuestros verdaderos sentimientos, es sólo humo, "pan para hoy y hambre para mañana", como solemos decir. De hecho, ya vimos la vez pasada que parte de la falta de amor en nuestra vida muchas veces tiene que ver con que no sentimos que nos reciban con lo que realmente sentimos en algún momento determinado. Y la falta de amor es otra posible causa de que tengamos trabada la alegría. Es difícil encontrarle sentido a nuestra vida si nos sentimos solos y abandonados. Necesitamos empezar por vincularnos. De hecho, creo que la falta de amor muchas veces puede estar de fondo en la ausencia de cualquier otra característica del fruto.

+ Descansar (Génesis 2:2-3). El sentido del "sábado" o del descanso es que podamos disfrutar de nuestra obra, es decir, del fruto de nuestra obra, y dar gracias a Dios por ella. Detenernos a pensar en todo lo bueno que pudimos hacer o en todas las pequeñas cosas que sí tenemos (esas que a veces damos por sentadas, como una computadora desde la que estar leyendo esta reflexión, un cerebro que funciona como para entender estas palabras, la habilidad de leer, y un interminable etc.), y dar gracias a Dios por todo eso. El sentido de apartar el "séptimo día", por lo que veo al comparar diferentes pasajes sobre eso, tiene que ver justamente con no agotarnos ni sobreexigirnos, sino dejar lugar para la recreación, es decir, para permitir que Dios nos renueve (nos "re-cree"). Después de todo, fuimos llamados a vivir en libertad (Gálatas 5:1).

+ Disfrutar (Eclesiastés 5:18). Parece mentira, pero este aspecto de la alegría a veces sí podemos forzarlo o empujarlo un poco. A veces necesitamos simplemente conformarnos con lo que tenemos antes de ir a buscar más. Por ahí nuestro desánimo viene muchas veces de expectativas desmedidas sobre la vida, y la única solución es dejar ir temporalmente esas expectativas para retomarlas cuando ya no estemos tan desanimados. No quiere decir renunciar a ellas, sino poder estar en paz con que hoy no lo tengamos, y ver qué cosas hoy sí tenemos a nuestro alcance. Muchas veces tener espacios de diversión ayuda a poder sentir que la vida tiene cosas lindas. Y también ayuda tener espacios donde poner en funcionamiento nuestras capacidades y habilidades, que justamente nos puede transmitir esa sensación de estar disfrutando de nuestros afanes. Nuestros espacios de servicio en la iglesia muchas veces pueden contribuir a esto.

Todo esto no es una receta infalible, y al mismo tiempo sólo funciona si incorporamos un poco de cada cosa. Si nos divertimos mucho pero no nos damos lugar para aceptar y darle la bienvenida a nuestros sentimientos, y hablarlo con Dios y con otros, es posible que no nos sirva para destrabar la alegría. El amor (vínculos) y la alegría (sentido y placer) van de la mano. Pero aunque no sea una receta infalible, la combinación de todo esto puede ayudarnos mucho a recuperar el ánimo en medio de circunstancias que nos desaniman. Y orar. Orar mucho. Eso es clave. Pero no sólo orar pidiendo, o incluso orar agradeciendo o alabando, sino orar expresando. Contarle a Dios cómo nos sentimos. No tengamos miedo de contarle a Dios que estamos desanimados o angustiados, no tengamos miedo de decirle que sentimos que nada tiene sentido o que todo es feo, porque él nos ama y quiere recibirnos tal como estamos. Él mismo lo dice: "«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso»" (Mateo 11:28).

En definitiva, alegría es poder encontrar placer y significado en nuestra vida diaria, en lo que tenemos y en lo que hacemos. Muchas veces, por estar presionados, por estar estancados o por estar sumergidos en nuestra negatividad, nos cuesta vivir con alegría. Para destrabar esto, la biblia nos ofrece algunos caminos, el primero de los cuales es expresar lo que nos está pasando, a Dios y a otras personas. Una vez que hicimos esto, necesitamos condimentar nuestra vida con algunas actitudes, tanto como nos salga: resaltar lo bueno que hay, tener espacios de recreación y diversión, sumergirnos lo más que podamos en las cosas lindas cuando aparezcan y poner en funcionamiento tanto como podamos nuestras capacidades y habilidades, aquello que nos gusta hacer. Hacer lo que nos gusta hacer es algo productivo, porque contribuye a que funcionemos bien. Insisto: hacer lo que nos gusta hacer, ¡es algo productivo!

Que el Dios de alegría nos acompañe, nos cuide y abra nuestros ojos para poder apreciar todas las bendiciones que nos da, y nos ayude a abrir nuestro corazón para compartir nuestros desánimos y angustias con él y con otros, para que podamos sacar lo negativo afuera y dejar entrar lo lindo de la vida, y así volver a disfrutar, que es el deseo de Dios para nosotros. ¡Amén!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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