domingo, 25 de agosto de 2013

La nueva vida 2 - La encrucijada

Hola a todos. Seguimos con esta serie sobre la vida nueva que recibimos en Cristo. Ya hablamos sobre las tres cosas básicas que tenemos que tener en cuenta para poder aprovechar esta serie al máximo: que la biblia es la palabra de Dios, totalmente cierta; buscar a Dios de corazón, tratar de pasar tiempo con él, hablar con él; y estar dispuestos a renunciar al "sentido común" que nos ofrece la sociedad cuando sea necesario. Dijimos la vez pasada que la vida sin Cristo no es vida en serio. Jesús dice que él ES la vida. Cuando aceptamos vivir con él, y por lo tanto vivir como él vivió y como nos enseña a vivir, pasamos de la muerte, o sea, una vida sin sabor, sin propósito o sin color (o las tres en una) a una vida llena de sorpresas y ventajas.

"Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí. Si fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece. Recuerden lo que les dije: 'Ningún siervo es más que su amo'. Si a mí me han perseguido, a ustedes también los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las de ustedes. Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió" (Juan 15:18-20).

"Así que les digo esto y les insisto en el Señor: No vivan más con pensamientos frívolos como los paganos. A causa de la ignorancia que los domina y por la dureza de su corazón, estos tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios. Han perdido toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer toda clase de actos indecentes. No fue ésta la enseñanza que ustedes recibieron acerca de Cristo, si de veras se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en él. Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad" (Efesios 4:17-24).

Bueno, creo que los dos pasajes son bastante fuertes. Y supongo que en algún punto, problemáticos. Nos proponen un nivel de compromiso que tal vez no nos hayamos planteado antes. Esto posiblemente empiece a pasar más seguido a medida que avanzamos. Mi consejo es que si se sienten desafiados o confrontados, acepten el desafío. A veces asusta, pero siempre vale la pena.

Dios nos propone un grado de entrega total. Andar con él no es solamente creer, leer la biblia y orar. Es mucho más. Dice el pasaje de Juan que Jesús nos escoge de entre el mundo. Desde el momento en que decidimos que Dios sea parte de nuestras vidas, se produce un quiebre en nosotros: empezamos a querer hacer cosas que antes no hacíamos, o dejar de hacer cosas que antes hacíamos. Eso es natural, porque Dios va renovando nuestra manera de pensar a medida que se lo permitimos.

Pero mucha gente se va a oponer a que cambiemos esas cosas, en nombre del "sentido común". Nosotros mismos podemos oponernos a esos cambios. Tal vez la expresión "no ser del mundo" suena un poco fuerte. ¿Qué somos? ¿Extraterrestres, o algo así? Bueno, en cierta forma, sí. La sociedad que nos rodea, independientemente de cuál sea nuestro origen, nos trata de moldear según ciertas normas, ciertos parámetros. Nos enseñan qué es verdadero y qué no, qué es malo y qué no es tan malo, qué es bueno, qué conviene y qué no conviene hacer. Sentido común.

Pero Dios nos va a proponer cosas que van a chocar con esto. No sólo eso, nuestros pensamientos van a empezar a cambiar, nuestra manera de entender la vida. Sin embargo, llevarlo a la práctica no es tan fácil. Como dije en alguna parte de la reflexión anterior, a medida que vamos entendiendo la esencia de nuestra fe y vamos tomándola más en serio, nos acercamos a un punto al mismo tiempo arriesgado e importante, podríamos decir que decisivo, climático: el punto en que nuestra fe y nuestra vida diaria entran en conflicto. Ésta es la encrucijada, el momento en el que tenemos que decidir dónde ponemos nuestra confianza.

Como personas, seres humanos de carne y hueso, tenemos pasiones. ¿Qué son las pasiones? Bueno, es todo lo que nos moviliza, nos impulsa, nuestros deseos más fuertes. Todo lo que hacemos porque nos resulta irresistible. Muchas veces no se trata de cosas malas en sí mismas, pero que hechas impulsivamente y con imprudencia terminan teniendo malos resultados. Actuamos sin pensar y desmedidamente, y cuando nos damos cuenta nos enredamos en situaciones de las que parecería que no nos podemos desenredar. Muchas veces elegimos dejarnos llevar porque todo el mundo lo hace, y entonces debería estar bueno. Y así terminamos pensando del modo que piensan los demás. Nos quedamos en el molde.

En el pasaje de Juan, Jesús se refiere a ese molde como "el mundo". Ya hablé de esto en algún momento. El apóstol Pablo dice también: "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente" (Romanos 12:2). Hay dos maneras de vivir, en el molde o fuera de él. A la larga esas dos maneras son incompatibles. El molde implica los "pensamientos frívolos" del pasaje de Efesios, es decir, no pensar en lo que hay más allá de lo que vemos, y dejarnos llevar por los impulsos, los "deseos engañosos".

Son justamente eso: deseos que no son lo que parecen ser. Parece que está todo bien, pero en realidad tienen consecuencias negativas para nosotros y los que nos rodean. "No se sacian", dice Efesios. Y es cierto: una cosa lleva a la otra, de una pasión voy a otra, y nuestro corazón va alejándose de Dios. Se hace cada vez más duro a lo que él nos dice. Podemos incluso terminar cayendo en el "cumplir y vivir" del que hablaba en la publicación pasada. Éste es el gran problema del molde de nuestra sociedad: sólo se fija en lo que se ve y se toca, lo inmediato, lo evidente, causa y efecto.

Pero tenemos que entender que la verdadera vida está en Jesús, y Jesús está fuera del molde. Mientras vivamos la vida que nos dijeron que era mejor, probablemente hagamos agua por muchos lados. Mientras nos mantengamos dentro del molde, nos vamos a sentir presionados, atrapados por cosas que en realidad no decidimos libremente, sino por un "sentido común" que nos impusieron. Pero Jesús dice: "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia" (Juan 10:10). Cuando salimos del molde, nuestra vida se vuelve mucho mejor, mucho más plena, mucho más cargada de sentido y de libertad. ¡Pero nosotros somos los que tenemos que decidirnos a salir!

Y para salir del molde, tenemos que animarnos a pensar diferente. A no dejarnos llevar por lo que la sociedad nos enseña que conviene, o que está bueno, o que hay que hacer o pensar. Porque en la sociedad no está la vida, sino en Jesús. Como dije la vez anterior: lo que nos ofrece el mundo es una falsa vida. Jesús nos ofrece una vida de verdad, intensa y llena de sentido.

Ahora, tenemos que entender que si salimos del molde para tener la forma que Dios quiera darnos, mucha gente va a estar disconforme. El pasaje de Juan es claro: a Jesús lo persiguieron por no amoldarse al mundo. A nosotros también nos van a despreciar, o al menos no nos van a comprender. Algunas personas hasta nos van a apoyar, y eso es bueno, porque podemos contagiar la nueva manera de vivir a otras personas. Pero otros nos van a rechazar, y esos otros pueden ser gente muy cercana, incluso nuestra propia familia a veces. Por eso es fundamental entender los beneficios, reales y enormes, que tiene salir del molde. Estar dispuestos a dejar atrás todo lo que haya que dejar atrás. A veces son actividades, a veces intereses, a veces personas que nos dan la espalda. Pero mientras no salgamos del molde, aunque conservemos todo esto, nos vamos a sentir incómodos. Algo no va a encajar en nuestras vidas, porque ya conocimos cómo funcionan las cosas.

La clave está ahí, en la encrucijada. En el momento de optar. Va a haber muchos momentos en realidad, pero el que me parece clave es cuando tenemos que elegir de raíz cómo queremos vivir: como nos dice la sociedad, o como nos ofrece Jesús. Ahí está la clave, en el cambio de mentalidad que se nos propone. Estar en el mundo y no pertenecer al mundo puede dar miedo. Vamos a pasar a ser como extranjeros en cualquier lado, salvo en la iglesia, es decir, cuando estemos con aquellas otras personas que tomaron esa misma decisión. Nos deja muy expuestos, y vamos a ser permanentemente tentados por nuestra antigua manera de pensar y de vivir, y por la manera de vivir de otros, sobre todo cuando veamos que "la pasan bien". Pero recordemos que es un bienestar pasajero, y que suele dejarnos un vacío profundo. El bienestar duradero viene sólo de Dios, si vivimos como él nos ofrece. ¿Nos van a pasar cosas malas? Sí, igual que siempre. Tal vez menos. Tal vez más. Pero Dios nos promete que de todo nos va a librar, como veíamos la vez anterior.

Puede parecer, y hasta ser, muy difícil al principio. También podemos tropezar, o hasta caer, pero Dios nos va a seguir esperando. Una vez que se produjo el cambio de mente en serio, es irreversible. Se trata básicamente de lo que antes fui y de lo que ahora soy, como en el pasaje de Efesios. Vieja naturaleza, nueva naturaleza. Es un proceso, por supuesto, hasta que se va volviendo realidad en cosas concretas de nuestra vida. Pero nuestra forma anterior de vivir ya nos empieza a hacer ruido cuando tomamos la decisión.

Es importantísimo saber que SIEMPRE hay vuelta atrás. No importa qué tan lejos me haya ido, qué tan bajo haya caído o que tan malo haya sido hasta ahora. Tampoco importa ya cuánta gente haya lastimado hasta acá. El daño está hecho, sí. Pero hasta puede tener remedio. Lo que cuenta es comprometerse, elegir vivir de una forma nueva de ahora en más. Si se lo pedimos a Dios, él se encarga de desenredarnos de todo lo que nos fue atando hasta acá. Y siempre está esperando que se lo pidamos.

Insisto: hay una sola vida, y hay que vivirla. Esa vida verdadera, lo único que podemos llamar realmente vida, está en Cristo, y para vivirla es necesario salir del molde. Sólo así podemos hacer coincidir la fe con la vida cotidiana y superar la encrucijada, para descubrir que todo eso que la fe nos enseñaba también era muy real. Lo primero es el cambio de mentalidad: la palabra arrepentimiento, originalmente, significa eso. Dejar de pensar como antes, y por lo tanto de vivir como antes, y empezar a ver las cosas como Dios me propone, eligiendo entonces también vivir como él me ofrece. Las consecuencias son gigantes, pero sobre todo para nuestro bienestar.

Que el Dios que hace nuevas todas las cosas impacte profundamente nuestras vidas, para que podamos dar el paso decisivo y elegir vivir cada día con él, y como él nos propone, y así podamos empezar a comprobar que la vida que nos ofrece es mucho más hermosa de lo que a veces imaginamos o de lo que otros nos hacen creer. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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